Los escándalos en Ecuador tienen un desarrollo interesante y al parecer predecible. Primero, en la palestra pública empieza la guerra entre los acusados y el resto. Segundo, las justificaciones están a la orden del día y nadie es culpable, citando el título de un artículo de este diario hace unas semanas ‘Aquí nadie la embarra’. Tercero, los organismos encargados de investigar deciden archivar el caso. Y finalmente, el tema queda enterrado y meses después es una simple anécdota.
Nadie toma en cuenta la vergüenza que sufre el país, ni si las cosas se esclarecen. El lema es: cuando pase el escándalo, solo “echamos” tierra encima y todos nos lavamos las manos. Esta historia es real y los perjudicados (nosotros), si es que tenemos preguntas o quejas, podríamos ser considerados conspiradores o enemigos. La ligera esperanza que queda es que algunos meses después, el eco del escándalo pueda convertirse en un hecho con responsables y respuestas. ¿Pedimos mucho?