Enhorabuena no encontré un eufemismo para definir a una sociedad hipócrita, indolente y permisiva que fomenta y auspicia el consumo de alcohol en todo evento social y cultural.
Quisiera saber dónde están los defensores del consumo cuando en medio de las calles yacen inermes, entre vómitos, sus consumidores y en los hospitales sus víctimas postradas y horizontales, lastimadas y heridas. Ahí también están los enfermos de gastritis, cirrosis y los dementes que no pudieron escapar ilesos de las fauces de este horripilante monstruo. Afuera lloran los familiares, los dueños de los autos chocados, con las chequeras en rojo y con sus enfermos escayolados repartiendo ayes.
Los promotores de la libertad de consumo deberían poner junto a esas hermosas propagandas en las que anuncian sus productos, las imágenes ciertas de los accidentados, de las víctimas de la violencia y hacer un mural con toda la sangre que brota de las páginas de crónica roja, donde el alcohol es su principal protagonista.
Es hora de que cambiemos drásticamente nuestra visión sobre el tema. Dios y nuestra sociedad así lo demandan.