El triunfo de Alianza País en las pasadas elecciones que logra ubicar 100 asambleístas de su movimiento en la Asamblea Nacional, ha desatado, en sus miembros, una ola de euforia, prepotencia, intolerancia; con declaraciones altisonantes manifiestan “que la oposición no puede exigir nada” porque “son perdedores”.
Para modificar su comportamiento agresivo deben reflexionar que esa abultada mayoría obedece al cambio de método en la distribución de escaños que restó 18 legisladores a las minorías y a estrategias de la maquinaria electoral y de propaganda del Gobierno; esa mayoría no obedece al pronunciamiento real de los ciudadanos en las urnas; décimas más o menos, el presidente Correa obtuvo el 57% de los votos válidos y la dividida oposición, el nada despreciable 43%, si para el cómputo se tomaban en cuenta los votos nulos y blancos, el respaldo a la candidatura del Presidente se ubica en el 51% y el 49% para quienes no votaron por el mismo, es decir, casi un empate.
De los datos que son públicos y conocidos por la ciudadanía, se puede inferir que casi la mitad de los ciudadanos no votaron por el Presidente como candidato, ni por su movimiento, seguramente, por no estar de acuerdo con actitudes de violencia, prepotencia, restricción de libertades, persecución a quienes piensan diferente, no fiscalización para aclarar denuncias de corrupción, tendencia al totalitarismo al concentrar los poderes y copar todos los espacios.