Estoy ‘pecando', ¡y sí, se siente bien!
Una opción para disfrutar de estos manjares sin cargo de consciencia es seleccionar el más saludable o disfrutarlos espaciadamente. Foto: Pexels
Le dicen pecado, pero en realidad se llama pan, chocolate, pizza, helado, torta. Creo que, si llamáramos a un determinado alimento por su verdadero nombre, el famoso cargo de consciencia no nos haría correr al gimnasio o a las redes sociales en busca de un milagrito para deshacernos de esas calorías.
Es más, si los llamáramos tal y como fueron bautizados disfrutaríamos de cada bocado. Así como lo hacen los niños, por ejemplo. No lo hacemos porque vamos a un desayuno o a una cena con la idea de que estamos haciendo algo malo y, mientras comemos nos castigamos.
Incluir una torta o un helado, o lo que más placer nos cause al plan de alimentación de un lunes o de un sábado, además de satisfacer a nuestro paladar, le daremos un respiro a nuestra mente, bombardeada ya con tantos consejos ‘fit’ de nuestras queridas 'influencers'.
Y es que, de eso, precisamente, se trata esto de llevar un estilo de vida saludable, una tendencia mundial que promueve el consumo de frutas y vegetales, pero que también busca un equilibrio entre la mente y el cuerpo. Y si para cumplir con ese propósito es necesario una golosina, entonces ‘pequemos’. Recordemos también que no somos modelos y que nuestro objetivo -o al menos el mío- no es salir en la portada de la Women's Heath.
La clave para evitar a esos kilos extras que tanto miedo nos dan consiste en controlar las porciones y las frecuencias, es decir que si tengo ganas de una pizza, no me voy a pedir una gigante para mí solita. Lo lógico sería comprar un pedazo o la versión individual. El hecho de privarnos hasta más no poder es lo que nos impulsa a acaparar. Por eso fracasan todas las dietas restrictivas y se produce el efecto rebote, según los expertos en nutrición.
Otro consejo es seleccionar la versión más saludable de aquello que tanto nos gusta. Yo, por ejemplo, dejé el plan blanco y ahora prefiero el integral, que ahora lo venden hasta con frutos secos y semillas. Pero lo que no voy a cambiar por nada del mundo es mi torta de manzana y nuez. La aprendí a disfrutar después de mucho tiempo, luego de saber que tenía 800 calorías y de 'matarme' en una elíptica por cerca de dos horas después de comerla.
La compraba cada semana, ahora lo hago cada que mi cuerpo me la pide, es decir, cada dos o tres meses. El tiempo se extendió, supongo, porque ya estoy condicionada, porque ya no es algo prohibido, porque ya no es un ‘pecado’.
Y ustedes, ¿‘pecan’ o no ‘pecan?
Escriban a pgavilanes@elcomercio.com