El precio del barril de petróleo empezó a caer el mes pasado y buena parte de los asambleístas pensaron que tenían otro argumento para devolver la Pro forma 2019 al Ejecutivo. Les pareció que un precio de USD 58,29 era una proyección demasiada optimista para el petróleo ecuatoriano, como si alguien tuviera la capacidad para acertar en el precio.
Desde el 2007 -aunque en realidad ocurre desde antes-, el precio del petróleo ha sido un comodín a la hora de elaborar la Pro forma. Las proyecciones de instituciones especializadas ofrecen a las autoridades varios escenarios de precios, lo que les da un margen de acción para moverse en función de sus necesidades. Por ejemplo, en ocasiones se pone el mejor escenario de precios para aumentar los ingresos y mostrar un bajo déficit fiscal y menores necesidades de financiamiento. En otras ocasiones es preferible un precio bajo, para evitar las presiones por más gasto público.
Pero al final del año, las proyecciones han sido un fracaso. Las estimaciones en los últimos 11 años han tenido márgenes de error de hasta USD 48 por barril, como sucedió en el 2008, cuando las autoridades calcularon un precio de 35 y al final del año fue 83.
Solo en el 2016 se dio en el clavo, pero tampoco sirvió de mucho, pues nunca se respetó el presupuesto. En épocas de excedentes petroleros, como en el 2008, el Fisco se gastó todos esos recursos y además aumentó el endeudamiento público.
Ahora, el escenario para el próximo año es diferente. El Gobierno quiere que la Pro forma sea una señal creíble del manejo fiscal. Y un precio sobre USD 55 parecía razonable, pues hasta hace un par de meses el mercado se preparaba para un petróleo de USD 100, producto de posibles sanciones a Irán, que no llegaron.
El escenario petrolero se aclarará luego de la reunión de la OPEP de esta semana. Si la decisión es recortar la oferta, como ya ocurrió en el 2016, es de esperar que el precio se recupere a los niveles proyectados por el Gobierno o incluso más, pero con el petróleo nunca se sabe.