¡Cuánta falta hace que Chile se escuche! Hoy que las barricadas, el vandalismo, la destrucción y la sinrazón se tomaron las calles de Santiago y otras ciudades. Las costuras del sistema no dan más.
Escucha Chile fue el nombre que eligió Radio Moscú, en tiempos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y que estuvo al aire durante los años de la dictadura de Augusto Pinochet.
Eran tiempos en que la internet era un sistema secreto de la inteligencia militar de las potencias – el Pentágono, en especial -.
Entonces, la visión del mundo nos llegaba por radio. La maravillosa Onda Corta se dejaba escuchar con un ‘scratch’ como telón de fondo, señales bamboleantes que dependían de los misterios del espectro electromagnético y las turbulencias atmosféricas.
Igual desde La Habana que de Washington. De París, Londres o Madrid. De Colonia en Alemania Federal, o Berlín de Alemania Oriental. Magnífico, abierto y plural, el programa Debate Europa de varias emisoras que matrizaba Radio Nederland.
Para Chile, donde uniformados censuraban toda la prensa local, la radio era voz interesante para enterarse de las cosas, aunque la injerencia del Partido Comunista de Chile en los contenidos era la huella.
Hoy Chile es modelo de la economía más alentadora del espectro liberal en Sudamérica. Pero la consolidación de la democracia luego de Pinochet se agotó. La Concertación tuvo su tiempo y no solucionó viejas heridas. Ni Bachelet ni Piñera lograron superar el conflicto de la educación; llevan décadas de protestas en las calles reprimidas con fuerza.
En octubre todo desbordó. Miles de violentos destruyeron el metro, que ahora funciona a medias perjudicando a los más pobres. Se desataron los debates represados: educación, seguridad social, inequidad y salarios.
El cambio de gabinete no bastó, los partidos critican al Gobierno. La disputa pide una constituyente. El próspero Chile del empresario Sebastián Piñera no da más. El fuego y la violencia pintan el paisaje aterrador.