Que los subsidios a los combustibles están mal enfocados y mal aplicados no es novedad. Eso ya se sabe desde hace bastante tiempo, desde hace décadas y no desde que las autoridades del frente económico pusieron el tema en la mesa, hace pocos días.
Este año el gobierno presupuestó USD 1 707 millones para subsidios a combustibles como gasolinas, diésel, gas de uso doméstico y otros. La cifra es superior en USD 309 millones a la del 2017. Allí ya se advierte un primer problema: cada vez más recursos públicos son utilizados para actividades que no benefician a la mayoría.
Lo anterior nos lleva al desafío de siempre: ¿cómo lograr subsidios eficientes, temporales y focalizados tal como dice la definición original?
La interrogante no tiene respuesta todavía. En el tema de los combustibles se escuchan varias propuestas. Algunos sugieren que la subvención debe aplicarse solo para el transporte público. Otros dicen que las cifras deben sincerarse. También están los que piden no tocar el tema por ahora, dada la condiciones económicas del país y los efectos de una posible reducción o eliminación de los subsidios.
El asunto va mucho más allá de premiar a unos y castigar a otros. No se trata solamente de ajustes o de nuevos estudios.
En el tema puntual del transporte, los ecuatorianos debemos cambiar la manera de pensar e idear un nuevo modelo que no dependa tanto de los combustibles y sus subsidios. Es momento de trazar un plan en el que la meta sea llegara a sistemas de movilidad eficientes.
Allí están, por ejemplo, los vehículos eléctrico, tanto para uso particular como para el servicio público masivo. También se cuentan los que pronostican que el uso de vehículos a escala global no será necesario en los próximos 20 o 30 años, de la manera en la que se usan hoy , gracias a las innovaciones y la economía colaborativa. Esas situaciones serán, sin duda, oportunidades para que las subvenciones no le cuesten tanto al país a y a sus habitantes.