La palabra francesa “espionnage” se originó en el Derecho Internacional clásico y tuvo en sus inicios una significación eminentemente militar. A los Estados comprometidos en una guerra se les reconocía la facultad de espiar a sus enemigos. Después la palabra cobró un sentido más amplio: la búsqueda de informaciones secretas sobre un Estado realizada por los servicios de inteligencia de otro. Comprendía informaciones no sólo militares sino también políticas y económicas. Y hoy el espionaje se ha ampliado hacia los secretos científicos y tecnológicos de las grandes empresas de la producción.
Los departamentos de inteligencia gubernamentales en los diversos países -incluidos varios de América Latina- utilizan los teléfonos celulares como instrumentos de espionaje. Si han sido seleccionados por la autoridad, ellos operan como micrófonos al servicio de los organismos de seguridad del Estado para escuchar las conversaciones que se produzcan en su entorno.
Esta nueva técnica de espionaje fue conocida en el 2006 cuando el juez del distrito de Nueva York, Lewis A. Kaplan, reveló que el Federal Bureau of Investigation (FBI), por orden suya y bajo autorización de la ley federal, inició esta práctica con la investigación a una de las “familias” integrantes de la mafia “Cosa Nostra” neoyorquina mediante la remota activación del micrófono de los teléfonos celulares de varios de sus miembros.
Esta moderna técnica de espionaje, denominada “roving bug”, ha pasado de la investigación criminal al espionaje político para indagar secretamente y seguir los pasos de los líderes de oposición, periodistas críticos, jueces desafectos al poder, dirigentes sociales, líderes sindicales, empresarios influyentes y demás operadores políticos, cuyas acciones y opiniones sean de interés para un gobierno.
En el 2006 el U.S. Commerce Department del gobierno de los EE.UU. advirtió públicamente a través de internet que los teléfonos celulares pueden ser transformados en micrófonos para captar y transmitir las conversaciones que se produzcan en la vecindad de los aparatos, aunque éstos estén apagados. Se puede activar a distancia, sin que se percaten sus propietarios, un software especial que activa el micrófono de ellos para que puedan captar y filtrar las conversaciones que se susciten en sus inmediaciones, aunque los teléfonos estén desconectados.
Estos útiles aparatitos presentan dos peligros para la seguridad de sus operadores: 1) sus conversaciones telefónicas pueden ser interceptadas clandestinamente; y 2) el teléfono puede transformarse en micrófono captador y emisor de voces y señales, a menos que le haya sido extraída su batería.
Por eso, lo primero que hizo en Hong Kong el agente de la CIA Edward Snowden, hace pocos días, fue disponer que los celulares se colocaran lejos de la reunión para tratar de sus planes futuros.