Para ser admitida como miembro de la Unión Europea, Grecia con una historia de indisciplina fiscal, tuvo que poner sus cuentas en orden. Cumplida las exigencias sustituyó su moneda local el dragma por el euro.
Pero Atenas había sido escogida como sede de los Juegos Olímpicos del año 2004. Este compromiso demandaba del Gobierno una importante inversión en infraestructura deportiva.
Al final del día los gastos llegaron a la cifra de USD11 600 millones equivalente al 5% del PIB; esto sin contar los gastos que demandaron la adecuación y mejora de la infraestructura de transporte y comunicaciones.
El financiamiento vino a través del presupuesto público, lo que contribuyó al incremento del déficit presupuestario. Se esperaba que luego de concluidas las Olimpiadas, la economía iba a crecer de manera sostenida, lo que sería suficiente para generar ingresos que cubran la brecha ocasionada por los gastos olímpicos.
Las proyecciones no se dieron, y Grecia con crecientes desequilibrios fiscales tuvo que recurrir al endeudamiento público. Así las cosas, llegó la crisis internacional de fines de 2008 que afectó a toda Europa.
La situación en Grecia se tornó de mal en peor. Al cierre de 2009, la deuda pública había rebasado a la producción total de bienes y servicios, y el déficit fiscal registraba cifras cuatro veces más altas que el máximo establecido por la UE.
La institución a cargo de verificar las estadísticas públicas, se encontró con la novedad que las autoridades habían ocultado la real situación financiera.
Una serie de operaciones de permutas no había sido reportada para disfrazar el monto de la deuda pública.
Los países miembros de la UE presionan a Grecia para que tome medidas para reducir el déficit fiscal, pero los ciudadanos se oponen a cualquier acción del Gobierno que afecte sus condiciones de vida.
Los ministros de Finanzas de los países de la UE reunidos esta semana le han dado 30 días al Gobierno griego para que ponga en marcha un severo programa de ajuste. La decisión no deja de ser una proclama de buenas intenciones para calmar a los mercados.
Las dos principales economías de la UE rehúsan considerar la posibilidad de crear un fondo de rescate para ayudar a Grecia a salir del agujero, ya que tal precedente abriría una grieta en los acuerdos lo que sería funesto para la estabilidad futura de la UE.
Con la situación de Grecia y otros países como España y Portugal, ha quedado de manifiesto que una unión monetaria sin un mecanismo de transferencias fiscales, está expuesta a su desintegración.
Como resultado de la situación actual, la UE tendrá que crear una institución, que además de actuar como prestamista de última instancia para asistir a los gobiernos en dificultades, tenga facultades para intervenir en el manejo fiscal de sus miembros.