Un grupo de jóvenes con derecho al voto conversan, se informan y cuestionan, descubren los secretos del diario vivir del Ecuador. Alterados, y no por la prensa escrita ni por comentarios de personas contrarias al Gobierno, sino por la simple verdad a la que llegan a través de sus propias e inteligentes deducciones. Sus acciones, que los llevan a investigar antes de tomar decisiones, difieren de las que tomaría un grupo de mayor edad: no necesitaron de la prensa escrita ni de canales de televisión y menos les preocupa si pertenecen al Estado o son privadas.
En sus manos, una variedad de aparatos electrónicos de todas las marcas, tamaños y colores. Los jóvenes adultos expresan libremente sus diferencias, únicas como cada uno de ellos y, buena muestra de la diversidad propia de nuestro país. Comparan las fuentes de información en sus aparatos: desde el discurso que los ha enfurecido, proveniente del mismo Gobierno; entrevistas a inteligentes y preocupados ciudadanos como Roque Sevilla y Juan Carlos Solines o expertos en petróleo tanto como activistas de varios grupos, unos en pro y otros en contra de lo que se nos viene sin tener decisión alguna sobre ello.
Ni una sola vez escuché el término política, tampoco les importa la tendencia de estos protagonistas de la noticia nacional e internacional y menos de los expertos a escala mundial que hablan sobre las diferentes técnicas para sacar de las entrañas de la Pacha Mama el valioso líquido negro que puede financiar campañas y, consecuentemente, países, sin que la verdad se revele jamás.
Su conclusión es sencilla, clara. No demoraron más de una hora en pronunciar la verdad sobre la más grande mentira y, ante esta, su decisión de actuar. El cómo, decidieron, vendría después… La verdad más grande, para ellos y para cualquiera con un dedo de cerebro es que, como herederos del futuro, la decisión sobre si explotar o no el petróleo que se encuentra en la zona más rica, más biodiversa naturalmente por metro cuadrado en el mundo, les pertenece. Comenzaron los cuestionamientos… ¿Quién tiene derecho a ocultar los números y la sustentabilidad del proyecto Yasuní-ITT? ¿Por qué es indispensable sacar ese petróleo? ¿Cómo afirmar que gracias a nuevos adelantos, la flora, la fauna, los ríos y la vida de las tribus no contactadas no se afectarán? ¿Por qué se puede consultar a los ecuatorianos sobre si se debe matar toros y gallos y no se lo hace cuando se habla de miles de especies que, inclusive, aún faltan por ser descubiertas? Preguntas sin respuestas ante la inminente y unilateral decisión. Frente a tanto cuestionamiento: cueste lo que les cueste, informarán con transparencia a otros jóvenes sobre la verdad. Finalmente, obligar, a que se cumpla otro derecho ciudadano, una consulta popular sobre su propio futuro y por su moralidad: ellos, los herederos, son los responsables de cuidar su propio futuro.