Dos de las viviendas que bordean la 24 de Mayo están abandonadas. Una de ellas está en ruinas. Los vecinos aseguran que sirven de hogar a vagabundos y ladrones. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
De la casa queda muy poco, ni siquiera la mediagua trasera que funcionaba como baño logró mantenerse en pie. Lo que algún día sirvió de hogar actualmente no es más que escombros arrumados al fondo de un terreno en el sector de la 24 de Mayo, en el Centro Histórico de la capital.
Bajando por la calle Loja, a unos metros de la Escuela Reino de Quito, esa construcción en ruinas abandonada desde hace más de 20 años, sirve de casa a un grupo de vagabundos y alcohólicos que en las mañanas se pasean por las calles de piedra de la zona mendigando comida, dinero y atención.
Colocaron colchones y cobijas en la parte derecha de la casa, que aún conserva una que otra pared. Para llegar hasta allá se debe bajar unas escaleras empinadas cubiertas de cartones, botellas y ropas viejas. En el patio hay pedazos de césped crecido y excrementos.
También implementos que se usan para consumir droga, carteras, billeteras y partes rotas de celulares.
Los Quijiao viven cerca de allí. La conocen como ‘la cueva’ y aseguran que sirve de escondite de ladrones. No conocen a los dueños. Los últimos inquilinos la habitaron a finales de los 90 y abandonaron el lugar, dicen, porque las paredes comenzaron a caerse y nadie las reparó.
La misma suerte corrió otra casa, con un techo a punto de desplomarse, ubicada en la calle Ambato, a pocos metros de la Murgueitio. Azucena Ríos, quien vive en esa cuadra hace 40 años, cuenta que antes del
2000, luego de un aguacero, una parte del techo cedió y una de sus habitantes por poco pierde la vida. Los rentistas dejaron la vivienda.
Años después, el Municipio la intervino y colocó unos puntales para reforzar el techo, pero nuevamente el abandono se adueñó del predio. Según datos del Departamento de Inventario del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), existen 5 287 lotes en el Centro Histórico y fueron clasificados en cuatro estados: bueno, regular, malo y en ruina.
El 42,2% está en estado regular, el 1,9% en malo y el 0,1 en ruina (ver gráfico). Además, hay 143 casas deshabitadas.
Gloria Llumiquinga es dueña de una vivienda en la zona y reconoce que intervenir esas construcciones es costoso. Su terreno tiene 600 m² y en la parte alta tiene cuatro piezas que podría rentar, pero están en mal estado y corren el riesgo de desplomarse.
Su esposo es de la tercera edad y no tiene trabajo fijo. Ella es dueña de una tienda, pero con lo que gana no le alcanza para refaccionar. Pide al Municipio que le ayude con un préstamo para poder dar mantenimiento a la casa. Necesita unos USD 10 000.
En la Loja y Guayaquil hay otra vivienda en ruinas. Solo quedó en pie la fachada. Víctor Olmedo, quien tiene una panadería frente al lugar, da fe de que las viviendas desocupadas generan inseguridad. Pasadas las 19:00 no puede salir.
Sin embargo, en la zona incluso hay casas que están en muy buen estado pero inhabitadas. Una, en la Venezuela y Loja, presume vigas recién lacadas, tejas nuevas, ventanas amaderadas y fachada recién pintada, pero está vacía desde hace al menos siete años.
Teresa Armijos vive en una casa de la calle Ambato y cuenta que las construcciones son antiguas, pero cuando reciben mantenimiento, todavía resisten. Renta dos cuartos con un baño compartido y paga cada mes USD 140.
Las tuberías son expuestas, al igual que las conexiones de luz. La ducha eléctrica del baño tiene cables sujetos con cinta adhesiva. Justamente, el 7 de mayo una casa patrimonial ubicada en la calle Portilla y av. Maldonado se incendió. El reporte de los bomberos indicó que allí se vivía en hacinamiento y que el fuego se debió a un cortocircuito.
San Marcos es otro de los barrios donde las casas se sostienen con la ayuda de maderas.
Dos de las estructuras en mal estado están en la calle Luis Alfonso Ortiz, en la casona del Sindicato de Trabajadores del Municipio. En San Blas, una vez más la historia se repite.
Juan Carlos Rojas, presidente del barrio, donde viven unas 15 000 personas, cuenta que han detectado al menos unos 20 terrenos y casas abandonadas, ubicadas principalmente en la Antepara, Pichincha, Chile, Vicente León, Olmedo, Los Ríos, Briceño y Caldas.
Hace una semana y media los vecinos se reunieron en asamblea para analizar el problema y formar una comisión para que dé a conocer a la nueva administración municipal el problema. Esperan tener audiencia el primer mes.
El urbanista Hugo Cisneros considera que el abandono está ligado al deterioro y a la falta de incentivos. Dice que si la nueva administración quiere preservar el Centro Histórico, debe reactivarlo no solo con actividades artísticas y culturales sino fomentando la residencialidad, con inversiones públicas y privadas.