Redacción Sociedad
Cuando llega a casa, luego de las clases en el colegio La Salle, en el valle de Los Chillos, Christian Acuña se conecta a Internet. Cursa el cuarto año químico biólogo y usa el ‘messenger’ (mensajería instantánea) para romper el hielo.
“Si una chica me gusta y no tengo el valor para decirlo de frente lo coloco ahí. Entonces ella se acerca y me dice: ‘¿Y esa frase?’ Y empezamos a conversar. También escribo mi estado de ánimo o si quiero reconciliarme…”.
Tiene una filmadora en las manos. Entrevista en inglés a quienes recorren el Centro Artesanal Mariscal, para una tarea.
Lo hace con sus compañeros, el miércoles. Pero ya quiere estar en casa y averiguar qué novedades subieron al Hi5 (tiene 400 amigos), Facebook (62) y My space (cinco). Asegura que chatear y revisar esas páginas no le desconcentran. “Hago un párrafo del deber y respondo el chat”.
Andrés Hermann, experto en redes sociales, dice que Facebook tiene acogida en el público de más de 25 años. Recuerda que fue utilizado para captar votos en la campaña presidencial de Barack Obama, en EE.UU. Los más jóvenes prefieren Hi5.
Quien ingresa a las redes busca socialización y entretenimiento. Pero Hermann apunta que los analistas concluyen que es también una forma de álter ego.
“Pongo en escena, en el ciberespacio, mis sentimientos reprimidos. En Second Life se vive la interacción social en tres dimensiones, al alterar la identidad”.
Para Geovana Amores, de 17 años, “el Hi5 es un periódico público de las vidas. Te enteras si alguien está deprimido o feliz. Yo escribo sobre lo que marcó mi día. Por ejemplo, esta noche voy a contar sobre esta entrevista”.
La alumna de tercero de bachillerato, del 24 de Mayo, tiene más de 300 amigos en Hi5 y 25, en el Facebook. Incluso entabló una relación con alguien que primero conoció en Internet.
“Al principio sí genera adicción, revisaba mis cuentas muchas veces para saber qué comentaron sobre mis fotos. Ponen imágenes bochornosas, con poses raras, pero más que nada de sus salidas a fiestas. Con eso llaman la atención y dicen ‘entra a mi página, mira lo que tengo’’.
Hermann comenta que en EE.UU., Facebook afectó las relaciones laborales. El empleado invita a sus redes al jefe y este descubre que es homosexual o comportamientos que no considera adecuados. Estos espacios muestran aspectos personales, es la cultura del morbo, por eso mueven el negocio de los intangibles.
Elisa Puertas, de 23 años, estudia el quinto semestre de Psicología Clínica en la U. Salesiana. “El sentimiento puro no lo pongo en Facebook (tiene 500 amigos), solo barras de la Liga”.
Nunca tuvo ni Hi5, pero hace nueve meses, su papá Alexis, le abrió una cuenta en Facebook, para estar en contacto. “Si no tengo saldo en el celular, le pongo un mensajito y ya. Ahí reencontré a mis panas. No acepto a quien no conozco, es mi vida. Un día un amigo subió unas fotos mías, en un baile raro, y las saqué”.
Andrés Villacrés, de tercer semestre de Psicología en la Salesiana, critica a quienes cuentan absolutamente todo en las redes.
“Dicen cómo se levantaron, qué les pasó en el almuerzo… Es una necesidad de expresar sus sentimientos, piensan que están en contacto con todo el mundo, pero se aíslan más. Las redes te quitan tiempo y te vuelves frío”.
Él utiliza el Twiter para recibir noticias y usa Youtube para bajarse videos musicales.
“Las redes sociales muestran vidas ficticias, cómo la gente quisiera que sea en la realidad”.
Punto de vista
Gissela Echeverría/ Psicóloga y comunicadora
‘Estoy en Facebook, ahora existo’
Internet es la nueva celestina, sirve para conectarte, crearte una falsa identidad y para volver público aquello que era privado.
En las redes sociales, la gente parece deci: ‘oigan, estoy aquí, tómenme en cuenta. Existo’. Es más fácil entablar una conversación con quien uno no conoce en lugar de enfrentarte al diálogo en vivo, al compromiso. Así tienen 300 ‘amigos’, que no conocen.
Internet es como una plaza, un parque. Es un sitio de encuentro, sirve para darse a conocer, mostrarse, una legitimación de la existencia, si no estás en Facebook, nadie sabe nada de ti.
El crecimiento de las ciudades y la dedicación casi de tiempo completo al trabajo crea más solitarios, aislados en las capitales.