Stéphane Vinolo dice que el covid-19 nos muestra qué tipos de seres humanos. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Han pasado pocos minutos luego de las 21:00 del miércoles. El silencio por el toque de queda en Quito estremece. Stéphane Vinolo, un francés con un doctorado en Filosofía y otro en Teología, trata de entender qué ocurre con la pandemia que ha aterrorizado al mundo y que nos está obligando a replantear nuestro modo de vida.
¿Qué le dice este silencio?
Desde la filosofía interesan los cambios tan brutales que ya se están dando y sospecho que es apenas el inicio. No sabemos bien qué pasa, porque es algo que no ocurre ‘en’ nuestro mundo sino ‘a’ nuestro mundo. Nadie sabe bien qué pasa, pero sabemos que algunas cosas
se van a reconfigurar. Nos revela en qué tipo de sociedad vivíamos, qué tipo de seres humanos éramos para bien y para mal.
Muchos hablan de que el virus es el ser humano…
Virus o parásito es una palabra sobre la que trabajó mucho la filosofía. Hay textos de Jacques Derrida sobre esto, porque la figura del parásito y el virus violenta nuestra capacidad de pensar. Cada vez que intentamos pensar y crear conceptos, necesitamos saber lo que está dentro y lo que está fuera del concepto. Pensar siempre es establecer fronteras, distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, etc. El virus es el ser que se burla de las fronteras. Nadie sabe si está en nosotros o fuera de nosotros, si el virus es nosotros o es otra cosa.
¿El humano está ante la encrucijada de su propia existencia?
No creo que afecte a todo el mundo de la misma manera. Yo formo parte de las personas privilegiadas que pueden quedarse en sus casas. Mucha gente, no. No sé si es una prueba que la humanidad entera deberá pasar o si más bien es una prueba ética que vamos a tener que pasar. En ‘La peste’ de Albert Camus se dice que la pandemia no es biológica, siempre es ética. La pandemia nos lanza a la cara nuestra ética y habrá que tomar decisiones éticas brutales.
¿Y cuáles serán estas decisiones brutales?
En algunos hospitales del este de Francia ya hay comités éticos que están trabajando para responder la siguiente pregunta: si en algún momento no tenemos suficientes respiradores artificiales, ¿a quién vamos a privilegiar y sobre qué criterio? Vamos a tener que tomar decisiones. Toda la gente que vive del trabajo informal y que ya no puede trabajar, ¿vamos a asumir sacrificarla? Es una decisión ética que alguien deberá contestar.
Eso es algo muy darwiniano…
Los políticos deberán explicarnos desde qué punto de vista ético hablan y por qué escogieron a este en lugar de aquel. No sé si serán los fuertes o los privilegiados.
Y esto puede traer tensión entre obediencia y desobediencia…
Las personas que, en algún momento por no poder salir a trabajar, ¿se morirán de hambre? Les va a ser muy difícil obedecer. Si en algún momento debe escoger entre morir de hambre y arriesgarse a salir y contagiarse del virus, lo racional sería salir a la calle.
¿Y la resistencia de los sectores privilegiados?
Sospecho que, por sus posiciones, no toman la medida de lo que está pasando. Será una lección de la crisis. Necesitamos un sistema de salud fuerte, ya sea por razones éticas o por razones financieras. Si yo soy hoy en día un empresario que no quiso pagar impuestos que sirve a la salud pública, estoy impactando en mis resultados financieros. Ellos deberán dar ese salto que no sé si será ético o puramente utilitarista.
Se dice, por ejemplo, que no es bueno que, pasada esta crisis, se vuelva a la normalidad porque la normalidad fue la que la produjo…
Esta crisis nos revela nuestras debilidades. Nos revela que pase lo que pase no podremos regresar a lo que vivíamos antes y tendremos que inventar algo. ¿Qué se tendrá que inventar? De momento no lo sabe nadie; lo único que sabemos es que no podremos regresar.
Entonces no es solo ético sino moral…
De hecho, hay cambios del discurso de los políticos en Europa, todos parecen ser ahora de izquierda, sacando millones de euros para apoyar a la gente. Ellos mismos se dieron cuenta que algo falló y que por tanto no podremos regresar.
Individualismo, xenofobia… Lo que pasó en el aeropuerto de Guayaquil, ¿es posible pensar en esa superación en lo ético?
Esta fuerza es el giro ético que será necesario, porque no habrá otra opción. Que cada grupo humano tenga el automatismo de encerrarse en sí mismo cada vez que le pasa algo así, es casi inevitable. Desde el surgimiento de la humanidad por razones psicológicas, pero también por supervivencia, solemos pensar que el mal viene de fuera, sea biológico, simbólico, financiero… Si hay algo interesante que nos va a mostrar esta crisis es que la diferencia entre ‘fuera’ y ‘dentro’ no es clara.
¿Cree que se modificarán las relaciones interpersonales?
Sin juzgar si es bueno o malo, pienso que deberemos replantearnos esas relaciones. Pascal decía que se nos ha vendido que todos los males de la humanidad vienen del hecho que no sabemos convivir, no sabemos hacer comunidad, que no sabemos estar con los otros. Lo interesante que quizá nos muestre esta cuarentena es que Pascal tenía razón: lo que no sabemos hacer no es tanto estar con los otros sino estar solos. Eso es lo que hemos perdido como civilización, de no existir exclusivamente en la mirada de los otros. En Francia se han puesto consultas sicológicas en línea para las personas que no pueden estar solas en sus casas por dos semanas. Es increíble. Lo que no sabemos hacer no es tanto estar con los otros sino sin los otros. Esto es el drama de la sociedad mercantilista. Este es otro reto.
Las relaciones laborales también cambiarán…
Esto lo podemos ver de dos maneras. Se va a reforzar la brecha entre las personas porque hay trabajos que se pueden hacer desde casa y otros no. Pero por otro lado tendrá un beneficio: dejar de pensar que el trabajo tiene que ver con las horas de presencia. No porque estoy ocho horas soy un gran trabajador.
¿Y las afectivas?
Esto va a ser importante por dos lados. Existen parejas que viven la experiencia de estar a distancia. Vivirán realmente los amores virtuales. Todo el mundo se enfoca en esto, pero hay una dificultad peor: todas las parejas que ya no podrán estar a distancia. Todas las que están obligadas a convivir cuatro o cinco semanas, eso va a ser más difícil.
Probablemente entremos en una economía de guerra porque esto puede durar más.
Sospecho que siempre es así cuando se acaba un sistema. Necesita un tiempo en el cual la gente lo lleva al extremo, salimos todos a comprar cosas que ni siquiera sabemos para qué lo compramos. ¿Por qué fue la locura mundial de llegar al extremo de llenarse de papel higiénico? Sospecho que la caída de la sociedad de consumo solo puede estar precedida por una especie de saturación del consumo. La revelación absoluta de que estamos completamente locos consumiendo de esta manera.
Y lo que enseña una economía de guerra: a cuidar más lo que se tiene.
Una vez más está habitado por un problema ético. Hay millones de personas que ya vivían una economía de guerra. Ahora que nos toca a nosotros, tal vez seamos mucho más sensibles a eso. Ellos ya lo conocían. Ya vivían ese tipo de economía.
¿Consumiremos menos?
Pienso que será difícil que consumamos menos, pero tal vez podamos consumir mejor. Creo que la dependencia radical hacia China se modificará un poco.
En China las fábricas dejaron su producción original para volcarse a la de mascarillas, gel, lo necesario para la crisis. En Europa se dice que Europa fue abandonada por Europa. Italia pide ayuda y no hay nadie que haga mascarillas. Francia tiene que confiscar las mascarillas. Y recién en estos días algunas marcas dijeron que producirán lo que sea necesario para salir de la pandemia…
Lo malo que la industria textil que podría producir mascarillas ya no está.
Es cierto. Pero las fábricas chinas que hacían partes de Apple, por ejemplo, se volcaron a producir mascarillas. En Europa cerraron sus puertas.
Y de hecho el colmo es que Francia está esperando mascarillas de China porque no hay. Eso también sospecho va a ser un cambio geopolítico, como que no podemos depender tanto de China.
Y volver a la industrializar los países, recuperar las fábricas. En ese sentido, Trump tenía razón…
Sí. Pero pienso que no tendremos otra opción. No podemos depender de un país sobre el cual, además, no tenemos ningún control. Y ya se está pensando en eso…
En la segunda guerra mundial, todas las industrias se dedicaron a la fabricación militar. Era un sacrificio. El pedido ahora es que nos encerremos por los demás, por el país, por la humanidad. Y eso no parece calar en la conciencia de todos, y no me refiero a los que viven con una economía familiar al límite. Parece que ha cambiado en nuestros tiempos la idea del sacrificio.
Históricamente estamos viviendo la caída de la idea del sacrificio. En la edad media todo el mundo estaba dispuesto a morir por Dios; en el siglo XVII y XVIII, por la revolución, que ya era un proyecto humano; en los siglos XIX y XX, por la nación, plenamente sobre la Tierra. Y ahora ya hemos salido de eso, pero no sé si salimos de la lógica del sacrificio. Hoy casi cualquier padre de familia diría que está dispuesto a sacrificarse por una sola cosa: sus hijos. Se pasó de Dios a los niños.
Ahora, hay también teorías de la conspiración.
¡Ah! La conspiración es muy importante desde la metafísica. Llamamos metafísica, en sentido estricto, a la corriente que piensa que todo se puede explicar según una serie de causas. Y de vez en cuando sucede en el mundo cosas tan increíbles que no podemos pensar que no haya causas escondidas detrás, porque el costo sicológico a pagar es demasiado alto. Por eso, por ejemplo, a muchos les costó creer que 14 personas habían podido subirse a aviones y tumbar las torres gemelas. El costo sicológico era demasiado. Necesariamente había casusas ocultas. Y eso vivimos cada vez que el acontecimiento es tan importante que no sucede en el mundo sino al mundo. No podemos pensar que vayamos a cambiar el mundo sin que haya alguien lo haya planificado. Es casi un pensamiento teológico: es tan increíble que alguien tuvo que pensarlo.
¿Aprendió la humanidad con tantas epidemias en su historia?
A un problema global, una reacción global. Aunque sea terrible decirlo, se muere poca gente en comparación con la gripe española. A mí me parece insoportable que mueran 1 000 franceses, pero en la Primera Guerra Mundial fallecían 10 000 diarios… y no pasaba nada. No sé si lo que cambió es el impacto del acontecimiento o la sensibilidad que tenemos hacia esto. Si es así, quiere decir que hemos avanzado éticamente. Ojalá también la hipersensibilidad que tenemos frente a la muerte muestre una mejora ética.