Las empresas y trabajadores pueden reportar el acoso laboral ante el Ministerio de Trabajo, desde noviembre del 2017. Foto: Archivo / EL COMERCIO
El acoso laboral se manifiesta de diversas formas, como insultos, injurias, cambio de funciones, humillaciones, entre otros. No discrimina entre entidades públicas o empresas privadas.
Desde noviembre del 2017, las empresas y trabajadores pueden reportar ante el Ministerio de Trabajo esto comportamientos, que se sancionan con visto bueno.
Sin embargo, muchas víctimas, por temor o desconocimiento, no denuncia el acoso laboral.
Este Diario abrió un espacio para que los trabajadores compartan sus historias. Transcribimos seis testimonios.
Reubicación de área de trabajo sin justificación
Angie (empleada pública): “Trabajo en una institución pública desde abril del 2017. Jamás trabajé en el sector público, pero aproveché la oportunidad.
Fui contratada como líder de un área donde también se desempeña una señora con nombramiento, motivo por el cual salía a la hora que quería, iba al almuerzo dos horas, no trabaja con parámetros de optimización de procesos, entre otras falencias.
Yo llegué a cambiar esos comportamientos y eso molestó a algunos de mis compañeros. En junio, me enteré que yo estaba embarazada. Le notifique a mi jefa de ese entonces. Pero en mayo fueron las elecciones presidenciales y semanas después empezó el cambio de autoridades. Al puesto de mi jefa vino un ingeniero muy amigo de la señora que trabaja conmigo.
El primer día solicite una cita con él para tratar asuntos pendientes y urgentes y me dijo que lo esperara después del horario laboral, pero hasta las 19:00 no me atendió. La situación se repitió por varios días.
Después de dos semanas, mi subgerente me avisó que el nuevo jefe había solicitado mi renuncia. En mi estado les dije que no iba a ponerla. Me dijeron que mi hoja de vida estaba manchada en el sector público por no querer renunciar, y que se me complicaría conseguir un puesto similar”.
Mi jefe comenzó a menospreciar mi trabajo, puso a cargo a la señora que trabajaba conmigo. Me dijo que ella se iba a hacer cargo porque yo no le doy confianza.
Me solicita información o reportes con poco tiempo de anticipación y si no entrego esos trabajos me llama la atención con memo. Pidió la revisión de mi hora de entrada y salida.
Ahora estoy con permiso de maternidad, pero no quiero renunciar por mi bebé, al menos este año. No denuncié mi caso porque he escuchado que estos casos son díficil de ganar para un trabajador, debería contratar abogado y gastar muhco dinero.
Acoso sexual de parte del jefe
Carolina (empleada pública): “Yo entré a trabajar en una empresa municipal desde junio del 2017 pero a los tres meses mi jefa renunció. En su lugar entró un nuevo director. Tenía 60 años y parecía amable. Pero a todas las mujeres de la oficina nos trataba de muñeca, nenas, princesas, reinas. Todas nos sentíamos incómodas.
Un mes después lo despidieron por acoso sexual a una recepcionista.
Acoso laboral por celos y envidia
Freddy (empleado privado): “Soy diseñador gráfico profesional. Mi experiencia fue muy complicada con una reconocida y prestigiosa empresa de servicios de Portoviejo, donde laboré por 5 años.
Al inicio había una buena relación de trabajo, sobre todo con mi jefe principal, que es el dueño de la empresa.
Sin embargo, noté que la gerenta y otros compañeros de la oficina sentían envidia y celos laborales hacia mí, ya que mi jefe siempre elogiaba mi buen desempeño laboral y los buenos resultados económicos que obtenía la compañía gracias a mi trabajo.
Después de algún tiempo, la gerenta me empezó a asignar tareas adicionales, que no eran acorde a mi profesión. Por ese motivo solicité un aumento de USD 50 que me negaron. Luego me quitaron el beneficio de pago del almuerzo, sin motivo, y me ponían multas exageradas por pequeñeces, del 5% menos de mi sueldo por llegar 5 minutos tarde. Me tomaban fotos sin que yo me diera cuenta y se las pasaban al dueño. Compañeras que ni siquiera eran supervisoras ni jefas directas y, sin mi consentimiento o de mi jefe, me enviaban internamente correos para darme más carga laboral.
Debido a todo eso, empecé a enfermarme física y mentalmente. Sufrí silenciosamente de ansiedad. Tenía palpitaciones cardíacas aceleradas debido al estrés. Se me cayó el cabello, tenía insomnio. Por lo que investigué, estuve sufriendo del síndrome de Burn Out.
Admito que con todo esto tuve mala actitud hacia la empresa. Con ese pretexto me despidieron intempestivamente hace ocho meses. Pero el acoso siguió después. Cuando fui a solicitar el seguro de desempleo en el IESS me enteré que la señora de Talento Humano de la empresa informó que yo renuncié voluntariamente, por lo tanto no pude hacer uso de ese beneficio que por Ley me correspondía. Actualmente llevo un proceso legal para ese asunto con una abogada y tengo un negocio propio. Mi salud ha mejorado y estoy más tranquilo”.
Insultos por la condición económica
Ricardo (empleado privado): “Durante siete años, trabajé en una clínica privada de Guayaquil. Los últimos tres años fueron horribles, incluso no quería ir a trabajar. Levantarme era un martirio.
Yo fui víctima de gritos e insultos por parte de mi jefa. Mis compañeros también pasaban frecuentemente por eso. Por ejemplo, si se peleaba con cualquiera de la oficina, llamaba a todo el personal, menos a esa persona, para hablar mal de ella.
Nos ponía en contra de los compañeros e incitaba para que marginemos a otros. Si alguien se negaba, los enfrentaba y los hacía quedar mal.
También nos pedía trabajo a última hora y si nos negábamos nos maltrataba. A veces me tocó amanecerme para evitar un mal momento.
Le gustaba maltratar porque ella se consideraba de una clase social alta, por lo cual también nos discriminaba con insultos sobre nuestra condición económica.
Anteriormente, hablé con la jefa de Recursos Humanos y le dije que ya no quería trabajar con mi jefa, que por favor me cambie de área; pero ella me pidió que esperara, ya que mi función era complicada y no muchos están dispuestos a hacerla.
Mi familia pagaba los platos rotos porque yo pasaba malhumorado. Me cansé de los maltratos y renuncié de esa empresa hace un año”.
‘Bienvenido a la Roca’
Eduardo (empelado privado) “Yo trabajé en la empresa durante 12 años. Me sentía a gusto, hasta que empezaron a evidenciarse algunos cambios en los directivos y en las formas de dirigir la compañía.
Mi problema comenzó cuando, sin justificación, me cambiaron de agencia. Yo vivo e Cotocollao en Quito y me trasladaron al sur de la ciudad. Nunca me avisaron de la disposición, pero como soy una persona responsable, accedí al cambio.
En esa oficina tenía un jefe que me faltaba el respeto a mí y a otros compañeros, quienes también tuvieron que renunciar. Cuando ingresé, los empleados me dijeron: Bienvenido a La Roca, aquí te despiden o nunca sales.
Esta jefa nos aislaba de otros compañeros. Había un chat grupal del trabajo, al cual nunca me incluyeron porque solo estaban los allegados de la jefa.
Yo no estaba de acuerdo en la forma autoritaria en que ella tomaba las decisiones y yo le dije, pero lo tomó de forma personal. Le pedía permiso o mis vacaciones, pero me negaba, mientras que otros compañeros salían frecuentemente sin problemas.
Como vivo lejos me hago una hora y media al trabajo y a menudo me atrasaba. Por esa razón una vez quiso cobrarme USD 70 y como me negué me mandó un llamado de atención.
Esta situación de hostilidad se mantuvo de forma constante. Hablé con la persona de Recurso Humanos y el malestar se calmó por un tiempo, pero luego el maltrato volvió.
Finalmente me despidieron.
‘Me quitaron las tareas’
Alicia (empleada pública) “Soy docente en una institución pública de educación superior. Con el cambio de autoridades tuve problemas con la nueva rectora. Tras su llegada a la institución, los estudiantes se mostraron en contra de la nueva administración. Salió el comentario de que los estudiantes estaban agitándose, movidos por un compañero y, supuestamente, yo también estaba al frente de esta situación, pero nunca fue así.
Luego de esta situación, la rectora me asignó funciones que a mí no me corresponden y desde ahí empezó la situación de acoso.
De forma autoritaria insistió en su pedido para que yo asuma las nuevas responsabilidades, pero yo volví a responder, pero en esa ocasión con copia a una entidad superior.
En diciembre, la rectora pidió mi desvinculación y la de otro compañero, sin explicación, pero las entidades superiores negaron la solicitud, ya que nuestro proceso de selección se hizo adecuadamente.
Entonces, la rectora nos quitó totalmente la carga horaria y todas las actividades que teníamos a cargo y los otros profesores están sobrecargados.
Durante este tiempo hemos tenido pendiente algunas tareas, pero ya en este mes las cosas se nos han complicado ya que ni en talleres nos han dejado participar.
Por eso en enero puse una denuncia por acoso en el Ministerio de Trabajo y me dijeron que quizás está mal direccionada la denuncia, que en el sector público se lo debe hacer por Internet, yo ingresé nuevamente la denuncia en línea.
Ahora las entidades están levantando la información para dar seguimiento al caso”.