Abigaíl Alvear y Carlos Icaza, del Benalcázar. Sofía Sánchez y John Duque, Simón Bolívar. Michael Arauz y Synei Jaramillo, del Andino. Mateo León y Jocelyn Guzmán, del Mejía. Fotos: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Unifican, igualan al estudiante. Los uniformes evitan una suerte de competencia social en las aulas de clase por el tipo de ropa que unos y otros llevan.
Lo sostiene el historiador Juan Paz y Miño, excronista de la ciudad. Pero también encierran un simbolismo y por eso es que se han vuelto parte del patrimonio de Quito. En la capital, en esta semana, los colores azules, grises, rojos y celestes, que predominan, han vuelto a pintar las calles.
Con el regreso a clases, niños y jóvenes otra vez sacan del ropero sus prendas especiales.
Algunas alumnas al principio sentían que usar una capa y una falda azules y un saco rojo y azul era ‘foco’ . Una de ellas es Valeria Suárez, del 24 de Mayo.
Luego lo tomó como algo tradicional, que permite que fuera del colegio se sepa que es ‘chiva’. Lo ve como parte de su identidad. Su vicerrector, José Ortega, supone que sus colores le rinden homenaje a la bandera quiteña. El mismo diseño se utiliza desde que la institución se fundó hace 75 años.
Lo empezarán a conocer y a respetar a los 5 años, los pequeños de Educación General Básica, que ingresarán este día.
En su origen, hace 75 e incluso más de 100 años, los uniformes de planteles fiscales sirvieron para unificar a los estudiantes. También para no alentar una disputa por quien está más a la moda en los salones de clase, como dice Paz y Miño.
Pero luego los simbolismos ganaron terreno. Luis Guasgua, de segundo de Bachillerato del Mejía, espera que nunca se elimine el uniforme que los caracteriza. Darwin Portilla, exestudiante y hoy profesor, tiene 41 años. Orgulloso muestra la chompa verde, que usó cuando se graduó en 1991. Al igual que el rector Jaime Torres no conoce exactamente cuál es la historia detrás de la elección de ese color y ese diseño.
Él y otros exgraduados dicen, a modo de mito urbano, que el exprofesor Genaro ‘Pupo’ Fierro habría escogido junto con otros colegas la forma de la chompa y el color, para estar a tono con la situación, tras el conflicto bélico de 1941. Y para ofrecer algo más cómodo, ya que antes lucían terno negro.
Ethan Ortega, de 11 años, lleva orgulloso el traje azul y la corbata tradicionales del uniforme de parada del San Gabriel.
La rectora del Manuela Cañizares, Martha Lozano, lo ve como parte del patrimonio. Se lo usa desde hace 113 años.
El Ministerio de Educación estudia la idea de unificar la ropa de cultura física en los planteles públicos. Ni pensar en cambiar la vestimenta de instituciones emblemáticas.