Agustín Masaquiza diseña y confecciona las sandalias para los habitantes de Salasaka. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Las comunidades indígenas de Salasaka, Chibuleo y Pilahuín tienen sus propios diseñadores y confeccionistas de calzado. Ellos elaboran sandalias con contenido andino.
En sus modelos usan los tejidos en lana de borrego, que son elaborados en los telares rudimentarios de madera. Estas prendas son similares a las alpargatas, pero estilizadas para que las jóvenes las utilicen. Hay con taco alto para las ejecutivas o de plataforma.
En la fabricación se usan materiales autóctonos como la cabuya, la lana de borrego o de alpaca, la madera… También, son bordados con hilos de colores y confeccionados a mano.
En los pequeños talleres los artesanos tejen las fajas o chumbis, que usan las mujeres para sostenerse el anaco, para armar en el calzado resistente y que proteja los pies. Estas reemplazaron al cuero.
Uno de los artesanos más antiguos en la confección de las sandalias es Agustín Masaquiza, de 60 años. Tiene más de 20 modelos y diseños. Están decoradas con una infinidad de figuras donde sobresalen las llamas, los ríos, el sol, paisajes del campo o la tierra.
Cada semana vende cinco pares a las jóvenes de la comuna. En su telar teje las fajas que miden dos metros de largo y de entre 10 a 15 centímetros de ancho. Están decoradas con 54 figuras combinadas con varios colores. Luego las corta en pedazos de 20 centímetros cada una. Las cose y las pega.
En sus modelos hay gráficas que hablan de la naturaleza, la fertilidad, flora, fauna, las fiestas y la cosmovisión indígena. Este trabajo lo aprendió de su padre Agustín. Él elaboraba las alpargatas antiguamente con sogas de cabuya, que fue reemplazada por el caucho y combinadas con los tejidos autóctonos que se elaboran en los telares de la comunidad.
También ha exportado a Estados Unidos y otros países en forma indirecta. Los turistas que le visitan las adquieren. Ellos compran entre cuatro y seis pares. Un par se comercializa entre los USD 30 y 35. Todo depende del modelo y la complejidad en su fabricación. “Dimos un cambio con modelos juveniles, para que las ejecutivas las calcen y se vean elegantes”, cuenta Masaquiza.
Bertha Charco es experta en la confección de calzado. Usa cabuya para sus diseños. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
No es el único artesano. En los últimos 20 años otros cuatro zapateros las elaboran. En la comunidad Chilkapamba está la casa de Cayetano Pilla, de 35 años. En la vivienda de una planta de bloque y hormigón armado funciona su local de artesanías. Está a un costado de la vía a Baños, a 12 kilómetros al oriente de Ambato.
Pilla diseña sus propios modelos. En una mesa de madera corta los chumbis, pero más delgadas que las habituales. Por su complejidad, tarda hasta tres días en tejer las tiras que son entrelazadas para dar forma a la sandalia. En una plataforma de caucho une cada una de las partes. Un par puede tardar un día en fabricarse.
La fusión de colores y figuras vuelve atractivo al calzado. Eso hace que las chicas de la comunidad se interesen por su calzado. Por ejemplo, Martha Chango cuenta que es un zapato cómodo y que combina con su atuendo compuesto por un anaco (falda) negro, rebozo morado y blusa blanca.
El calzado que elabora es parte de la nueva tendencia de la moda. El estudioso de la cultura Salasaka, Raymi Chiliquinga, explica que antiguamente la gente caminaba descalza.
Luego con las sogas de cabuya las alpargatas se confeccionaban a mano y se fueron adaptando a los pies de los habitantes de los pueblos indígenas. Posteriormente se combinaron el cuero y tejidos en la manufactura. Ahora se emplean las chumbis o fajas para los diseños, según las comunidades indígenas. Se resaltan colores y figuras autóctonas.
En la comuna San Luis de la parroquia Chibuleo, a 20 minutos de Ambato en la vía a Guaranda, 20 artesanas de la Asociación Sisay (Florecimiento en español), trabajan en la confección de sandalias para mujer. Los modelos se comercializan en Otavalo, Salasaka y otras comunidades.
En el taller elaboran el calzado con telas multicolores que se tejen a mano. También usan la cabuya preparada por las mujeres del pueblo. El objetivo de la agrupación es que las jóvenes vistan algo moderno, elegante y que estén a la moda, pero sin perder la esencia.
“No queremos salirnos del contenido intercultural y ancestral del pueblo Chibuleo. La idea es conservar la identidad con el uso de las figuras como la flor de papa, la llama”, cuenta Silvia Charco, presidenta de la organización.
En contexto
Los artesanos indígenas confeccionan su propio calzado. Para la elaboración de las sandalias, utilizan materiales, textiles y texturas que se dan en la misma zona. Las telas que se tejen en los telares también están en los diseños. Un par cuesta entre USD 30 y 35.