A fines de marzo, el profesor de Cambridge Ha-Joon Chang dictó varias conferencias auspiciado por el Ministerio de la Producción. Chang aboga por una política industrial y es crítico acerbo del “Consenso de Washington”.
Si Washington hubiese aplicado el consenso, EE.UU. aún exportaría tabaco y algodón, sostiene.
Con esas credenciales, es un asesor creíble para las autoridades nacionales. El presidente Correa y otros miembros de su equipo económico se refieren a sus obras. El profesor coreano estuvo en 2007 en el país, y habría encontrado oídos receptivos.
Los ejes de la propuesta de Chang son:
– El país debe escoger las industrias, incluso soñadoras, en que quiere especializarse.
– Desarrollar esas industrias toma décadas, y se requiere el apoyo del Estado con una política industrial proactiva.
– El papel del Estado es de facilitador; el ejecutor: capital privado.
A Japón le tomó 40 años para que Toyota pase a ser número uno mundial. La empresa maderera finlandesa Nokia sufrió 17 años de pérdidas hasta que pasó a ser líder en celulares.
En papel el Ecuador tiene una política industrial de dos carriles, y en ninguno transita Chang. En los hechos, no hay política industrial, tan sólo enunciados. El Plan del Buen Vivir propugna la industrialización vía empresas estatales de bienes intermedios. La agroindustria es satanizada por su impacto ambiental: la producción de alimentos debería ser del sector solidario. No hay cabida al capital privado.
Esta política acoge el elemento “soñador” de Chang: pensar en algo trascendente, de largo aliento. Pero es hostil al sector privado.
La política que arma la ministra Cely, las propuestas productivas se basan en la diversificación y profundización de las industrias que ya tenemos; un estudio de Harvard lo sustenta. Quien mejor ejemplifica esa estrategia es Chile. Chang piensa que con eso no se industrializa un país, y que el modelo chileno ya tocó techo; el país se estanca. Pero Chang advierte que no se trata de echar por la borda lo que tenemos, puesto que de eso vivimos: las nuevas industrias serán de la próxima generación.
La estrategia ganadora tendría tres carriles:
– Facilitar al sector privado la profundización y diversificación de lo que hace.
– Apoyo estatal a los proyectos privados, el eje de la industrialización a mediados de siglo.
– Inversión estatal en la producción de insumos, como petroquímicos, acero. Esto pasa por reconocer la legitimidad de la renta del capital privado, de la acumulación de capitales, y el respeto a la propiedad privada de los medios de producción. Lo que hoy está en entredicho.
Se anuncia a fines de mes un importante pronunciamiento del Presidente sobre política industrial. Estemos a la espera.