El examen de fondo de ojo determinó que el tumor estaba el estado avanzado en el ojo izquierdo y era imposible tratarlo. Foto: EL COMERCIO
Una fotografía tomada con el flash del celular alertó que algo pasaba en los ojos de Paúl Joaquín Bonete Morocho, de un años y nueve meses. La revisión médica y los exámenes posteriores confirmaron que él padece de retinoblastoma bilateral.
Es un tipo raro de cáncer que se desarrolla en los tejidos de la retina del ojo y, por general, afecta a los niños. Según los estudios médicos, se forma en la capa del tejido nervioso posterior al ojo, que detecta la luz del exterior y envía señales al cerebro.
En diciembre del 2018, María Luisa Morocho se dio cuenta que uno de los ojos de su hijo tenía un brillo extraño cuando le tomó una foto. “Las pupilas se volvían blanca, pero al encender la luz o retirar el flash todo era normal”, relató esta madre de 28 años.
Ese día buscó información en Internet y fue la primera alerta de la enfermedad. Al día siguiente, esta madre oriunda de Azogues fue donde un oftalmólogo-pediatra en Cuenca y los exámenes médicos confirmaron la enfermedad.
El examen de fondo de ojo determinó que el tumor estaba el estado avanzado en el ojo izquierdo y era imposible tratarlo. Por su padre, Paúl Bonete, de 43 años y afiliado al Seguro Social, fue revisado por médicos del hospital José Carrasco Arteaga y transferido a Solca-Cuenca.
En esta casa de salud, el 4 de febrero de 2019 los especialistas extirparon el ojo izquierdo y recibió la primera de seis sesiones de quimioterapia. En el ojo derecho tiene dos tumores en estado dos, es decir que puede salvarlo con un tratamiento diferente que no se aplica en el Ecuador.
Los padres de Paúl relataron que los médicos del hospital José Carrasco Arteaga y de Solca les dijeron que en el Ecuador no existen oftalmólogos oncólogos ni equipos para aplicar la crioterapia y termoterapia, que es el tratamiento para esta enfermedad.
Por eso gestionaron ante las autoridades del hospital José Carrasco Arteaga la transferencia del niño a otro país para el tratamiento que necesita. “Hablamos con autoridades locales, provinciales y nacionales. En principio nos dieron esperanzas y, finalmente, cuando presentamos el montón de papeles solicitados nos dijeron que el trámite de transferencia a otro país demora entre seis meses y un año”, relató Morocho.
El semblante de Paúl Bonete cambia a enojo y molestia cuando recuerda que lleva más de 20 años aportando y que nunca se ha beneficiado de atención médica “y ahora que busco ayuda por mi hijo me cierran las puertas, eso no es garantizar la salud de los niños”.
Para los padres, un año es demasiado tiempo porque los tumores siguen creciendo y se corre el riego de que al final ya no se pueda hacer nada, sino solo la extracción del otro ojo.
Este Diario consultó sobre el caso a las autoridades del IESS. Los representantes del hospital José Carrasco Arteaga respondieron que “realizamos el informe técnico e iniciamos todos los procesos de nuestra competencia, para agilizar el trámite de documentación para el proceso de derivación internacional”.
La derivación es otorgada por el Ministerio de Salud Pública. De esta familia solo el padre trabaja y lo que gana no le alcanza para cubrir el tratamiento completo de USD 80 000, que es valor más económico, que le cotizaron en un hospital de Colombia.
Ellos buscan otras opciones. Abrieron una cuenta a través de una Fundación Internacional y han realizado cruzadas de recolección de dinero en su natal Azogues. Con esos recursos viajarán este 6 de marzo del 2019 a Colombia, para la primera cita médica con la oftalmóloga-oncóloga, Marielena González, del hospital San Vicente de Paúl, de Medellín. “La salud de un hijo no puede esperar y menos si está en riesgo su vida”, dijo María Luisa Morocho.