Fernanda Medina, de 25, tiene cardiopatía congénita e hipertensión pulmonar severa. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Las ocho primeras semanas de embarazo son cruciales para el desarrollo de un bebé: ahí se forma el corazón. Pero en el caso de Fernanda Medina, de 25, esta etapa no se completó y dio como resultado una cardiopatía congénita.
Se trata de un mal, que consiste en el paso excesivo de sangre a través de los pulmones. Los médicos la denominan ‘comunicación interauricular’, que hace vital que su cuerpo esté conectado a una máquina de oxígeno, desde octubre del 2018.
Por ello, a los 25 años tuvo que dejar sus actividades diarias, el trabajo y el instituto en el que cursó hasta el tercer semestre de Optometría. “No podía caminar ni una cuadra. Me cansaba mucho”.
En el 2013 empezó a sentir los síntomas de la enfermedad cardíaca. Entre otros, mareos, cansancio, dolores de cabeza intensos y falta de aire.
“Veía mis manos moradas, tanto que a veces me las lavaba una y otra vez pensando que estaban sucias”.
Pero su vida no siempre fue así. A los 20 años, la joven terminó el colegio y empezó a buscar oportunidades. Estudiar la carrera de sus sueños fue su primera meta. Después llegó una oportunidad laboral. “Siempre me ha gustado estar en actividad y aprender”.
Enfermedades cardíacas como la de Fernanda o similares no son casos aislados en el país. En el 2017 se registraron 200 casos de malformaciones congénitas. La mayoría de infantes menores de 1 año y en niños de entre 1 y 4.
Según expertos del Hospital Pediátrico Baca Ortiz, de Quito, anualmente vienen al mundo unos 2 000 niños con este mal de cada 300 000 nacidos vivos. Lo explicaron en octubre del 2018 a este Diario.
El 75% de los pequeños que nacen con esta condición necesitarán una cirugía correctiva. Y el 25% restante no completará el primer mes de vida.
Las malformaciones cardíacas tienen menor incidencia en el grupo etario de Fernanda (de 25 a 34 años), entre el que se reportó un caso, en el 2017.
Estos datos constan en el Anuario de Estadísticas de Salud, del 2017, del Instituto Nacional de Estadística y Censos, INEC.
En estos seis años de enfermedad, la joven reconoce que ha sorteado una batalla por la vida. “Varios médicos, se podría decir que, me han dado una sentencia de muerte”.
De esta enfermedad congénita se derivan otros males como la hipertensión pulmonar, que es la presión alta en las arterias de los pulmones.
“Mis pulmones están muy dañados por tanta presión”. Es por ello que requiere de un trasplante cardiopulmonar.
¿En Ecuador se practica esa cirugía? La respuesta es no. En el país se han realizado trasplantes renales, hepáticos, de córneas, pulmonares y de médula ósea, según el Instituto Nacional de Donación y Trasplante de Órganos, Tejidos y Células (Indot).
La entidad es la encargada de, entre otros organismos, de coordinar, promocionar y evaluar la donación en la red pública y privada de salud.
En el primer mes de este año, por ejemplo, se han realizado 63 trasplantes. La mayoría son de córneas y renales con donante cadavérico. Mientras que el año anterior se cerró con 717. Uno fue bipulmonar y se lo practicó en el Hospital Carlos Andrade Marín, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).
Esta casa de salud es la primera acreditada para realizar cirugías de ese tipo. Mientras que el Hospital de Especialidades José Carrasco Arteaga, de Cuenca, está habilitado para realizar el cardíaco.
En el informe mensual no se da cuenta de trasplantes de corazón y menos el tipo de cirugía que requiere Fernanda.
Este Diario consultó a las autoridades del Ministerio de Salud y de Indot sobre cómo se manejará este tema y la posibilidad de que Fernanda sea trasladada a un hospital en el extranjero. Hasta el cierre de esta edición no llegó una respuesta.
Pese a ello, la joven, quien relata que tiene un hueco de 2,5 centímetros entre aurícula y aurícula, no ha perdido la fe. Ha buscado alternativas como contactar a médicos y exponer su caso en redes sociales para alcanzar su objetivo: el trasplante cardiopulmonar.
El viernes, Fernanda volvió a sonreír. Lo hizo tras una consulta con el cardiólogo Ricardo Hidalgo, quien revisó su historia clínica y le confirmó la necesidad de la cirugía.
Mientras caminaba por una calle del norte de Quito, la oriunda de Latacunga (Cotopaxi) cuenta que sintió mucha esperanza porque los profesionales le están ayudando y, así como ella, buscan una opción para salvar su vida.
“Es una buena noticia, porque me dan una esperanza”. Y a línea seguida dice “estoy muy feliz porque me escuchan y me atienden. Hasta el miércoles me darán una respuesta”. La espera con ansias.