William, relato de una víctima de secuestro exprés en un taxi en Quito

El víctima de secuestro exprés en el norte de Quito. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO

El víctima de secuestro exprés en el norte de Quito. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO

La víctima de secuestro exprés en el norte de Quito. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO

William R., de 44 años, fue víctima de secuestro exprés la noche del 13 de febrero del 2019 en Quito. Ocurrió luego de que tomó un taxi en la intersección de las avenidas Colón y 10 de Agosto, en el norte de la capital.

Este es su testimonio:

Eran las 21:00. Con una amiga salimos del cine y a esa hora nos despedimos. Yo tomé el Trolebús y me bajé en la parada de las avenidas 10 de Agosto y Colón. Mi intención era tomar allí un bus que se dirija al Playón de La Marín y luego embarcarme en otro que me lleve hasta mi casa en Conocoto, valle de Los Chillos.

Era tarde y, a esa hora, no había autobuses, tampoco peatones. Así que se me ocurrió parar al primer taxi amarillo que aparezca en la calle. Apareció uno de marca Renault y me subí sin pensarlo dos veces. Mi error fue no memorizar las placas, tampoco otros identificativos del carro.

El chofer no me permitió ocupar el asiento del acompañante porque estaba dañado. Me pidió que me vaya al posterior. A simple vista, el conductor lucía como un tipo amable, me hacía la conversa de forma cordial. Era trigueño, de cabello rizado, con un arete en la oreja, de aproximadamente 30 años.

Le pedí que me lleve al Playón de La Marín y no tomó la avenida 10 de Agosto. Argumentó que estaban pintando la fachada de un banco en esa zona y la circulación era complicada por allí. Le creí y seguimos conversando. Se fue por la Amazonas, bajó por la avenida Patria y de ahí continuó por la calle Tarqui, atrás del parque El Ejido.

Tras ingresar al paso deprimido ubicado una cuadra más abajo del edificio Benalcázar 1000, el chofer paró el carro en plena curva. Me dijo que el vehículo se dañó. De repente se subieron tres desconocidos, quienes comenzaron a insultarme. Me golpearon y colocaron mi cabeza contra el asiento. Rociaron gas pimienta en los ojos para ahogarme. Me dijeron 'quédate quieto que esto es un asalto o te matamos'. Eran momentos de mucha tensión para mí, pues alcancé a escuchar al chofer que amenazaba.

Me cegaron para que no los vea, cada uno me tomó las piernas. Me quitaron la billetera para utilizar las tarjetas de crédito y débito. Su objetivo era sacarse el dinero que tenía en las cuentas.

Recorrimos la ciudad mientras me agredían con manotazos en la cara. También me lanzaban gas pimienta y mis ojos se irritaron. Me robaron los USD 410 que tenía en una cuenta. También me arrebataron un teléfono celular Sony Xperia y mi reloj valorado en USD 400.

Al final, me botaron en el barrio La Pulida del noroccidente de Quito. Me dijeron que me quedara allí dos horas porque iban a volver, pero me levanté y caminé apenas se fueron para pedir ayuda a los vecinos. Luego llegaron los policías, quienes me ayudaron a conseguir otro taxi para llegar a casa.

Mi familia está muy preocupada y ahora estoy en los trámites de presentar la denuncia. Quiero contar esta historia para que la gente sepa lo que ocurre y tenga precaución. Considero que esta es una banda que opera todos los días y los ciudadanos corren peligro.

Ellos me amenazaron con que me iban a hacer daño si denunciaba lo que pasó. Me advirtieron que tienen mis documentos y saben dónde vivo. Trataron de intimidarme; sin embargo, mi objetivo es denunciarlos ya que estos hombres de seguro atacan a más víctimas, quienes no denuncian por miedo”.

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