‘Sentí el vidrio en mi cuello y le di la cartera’

Ramón Pinoargote (izq.) y otros habitantesdeLa Roldóspidenmayor resguardopolicial. Foto: Evelyn jácome / EL COMERCIO

Ramón Pinoargote (izq.) y otros habitantesdeLa Roldóspidenmayor resguardopolicial. Foto: Evelyn jácome / EL COMERCIO

Ramón Pinoargote (izq.) y otros habitantes de La Roldós piden mayor resguardo policial. Foto: Evelyn jácome / EL COMERCIO

Han pasado dos semanas pero todavía no puede dormir tranquila. Aún siente cómo su pulso se acelera cuando alguien se le acerca en la calle.

El 11 de septiembre, Ana Cruz llegaba a su casa en La Pisulí, luego de retirar a su hijo de donde su suegra, y mientras caminaba por la calle Yerovi, a dos cuadras de su hogar, un joven de unos 20 años la arrinconó.Tenía un saco con capucha y el aliento a licor.

No utilizó un cuchillo, pero la amenazó con un pedazo de vidrio. Se lo puso en el cuello y la despojó de su cartera, de la pañalera y de su celular. Antes de irse, la manoseó, pese a que ella cargaba a su hijo en brazos. Con insultos y la ‘boca sucia’ -como ella dice- le advirtió que si gritaba, la mataba. Así que en silencio miró cómo el ladrón tambaleando, con descarado paso lento, se alejó.

Son las 10:30 del lunes y Ana Cruz recuerda ese episodio mientras espera un bus que la lleve hasta Cotocollao, a unas cuadras de donde ocurrió el atraco. No es la única que ha sido víctima de asaltos en esta zona popular del norte de la ciudad. En la parada, cada persona tiene su historia. A Édgar Jota le robaron la computadora. A Elizabeth Maldonado, el celular. A María Clavijo le vaciaron la modesta casa que renta en la calle E-21, por la que paga USD 120 al mes.

La Pisulí se abre espacio en una loma del noroccidente, donde nueve barrios echaron raíces. Allí la delincuencia es una de las preocupaciones más frecuentes de la gente.

Los datos del Ministerio del Interior revelan que, entre enero y agosto, el número de casos de robo a personas ha aumentado en un 2,5% respecto del año pasado en Quito (ver gráfico). Los días en los que más delitos de este tipo ocurren son los viernes, de las 18:00 a las 24:00. Los robos de motocicletas también aumentaron en un 14,5%. De hecho, la inseguridad consta entre los principales problemas a los que se enfrenta la gente en la capital, según las encuestadoras

En La Roldós también hay miedo a sacar el teléfono en el bus, a caminar por una calle oscura, a regresar a casa y encontrar la puerta forzada. Esa sensación de inseguridad marca la cotidianidad de la comunidad.

Para Ramón Pinoargote, gerente de la Cooperativa La Roldós, donde viven más de 20 000 personas, el principal reclamo es la falta de personal policial. Hay ocho policías para controlar todo, por lo que es imposible que se vigilen todas las esquinas peligrosas.

A las 12:00, a plena luz del día, es posible ver personas recostadas en las calles, consumiendo licor y olfateando algún producto dentro de una bolsa de papel. Se reúnen a libar sobre todo en los parques y terrenos baldíos. De los 3 597 lotes que hay en el barrio, 2 800 cuenta con viviendas. En el resto aún no se ha construido.

La gente prefiere poner puerta metálica y candado, y no salir pasadas las 18:00.

Maritza Caiza sabe que cuando viaja en el bus es mejor esconder el celular bajo sus piernas, porque hay un tramo entre La Virgen y la Casa Somos, donde se suben hombres a pedir dinero o a arranchar teléfonos. Admite con resignación que ya les conocen, pero que nada pueden hacer. A veces se suben con cuchillos y piden que les regalen dinero.

Como parte de los operativos disuasivos antidelincuenciales que realizan la Empresa de Pasajeros, la Policía y el Cuerpo de Agentes de Control, se registró a 35 personas con perfiles sospechosos y se decomisó un arma blanca.

Los delincuentes más avezados se meten a las casas. Una de las vecinas miembro de la directiva de La Roldós perdió USD 10 000 el mes pasado, luego de que su casa fuese vaciada a plena luz del día. Se llevaron todos los electrodomésticos. Lo denunció en la UPC, pero no logró recuperar nada.

Los espacios verdes son también vulnerables. En La Roldós hay ocho parques. Siete no tienen iluminación. Hay postes con lámparas quemadas.

Hasta el 2016, los vecinos salían a hacer caminatas nocturnas con antorchas, para recuperar las calles, pero por distintos motivos -trabajo, frío, lluvias- dejaron de salir.

En Caminos a La Libertad, donde viven 8 000 personas, el blanco más fácil son los estudiantes. Desde el inicio de clases los asaltos aumentaron.

Para Celso Meza, dirigente, la mejor forma de dar la contra a la inseguridad es con ­organización. En su comunidad, los líderes barriales formaron grupos y cada 15 días se reúnen con personal de la UPC, para contar novedades y encontrar soluciones.

A Juan Daniel Ch., de 15 años, en lo que va del año escolar le han asaltado dos veces en el sector de la antigua Cucho Hacienda. Le robaron el dinero que llevaba para el bus y la colación. Como sabe que es una zona peligrosa, no lleva celular. Para el urbanista Diego Hurtado, gran parte de esa inseguridad se debe a la falta de apropiación del espacio público. La gente, por temor, se oculta en sus casas tras candados y deja campo libre a la delincuencia. Debe haber un trabajo conjunto entre la comunidad y la autoridad para que esa sensación de estar indefenso disminuya.

Caso contrario, la gente seguirá huyendo, como Ana Cruz, quien el mes siguiente irá a vivir donde su hermana, en San Carlos. Teme que el asalto vuelva a ocurrir.

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