Los jóvenes de provincia que deciden venir a estudiar a la capital deben adaptarse al clima, al tráfico y asumir nuevas responsabilidades lejos de casa. Tatiana Balseca vino hace mes y medio de Santo Domingo a estudiar Comunicación Social.
“En mi casa, terminar el colegio es sinónimo de emigrar. Somos cuatro hermanos y todos salimos de Alluriquín, un pueblito de Santo Domingo en el que nacimos, para ir a buscar una profesión en otra ciudad.
La primera de mis hermanas estudió Agroindustrias en Pedernales; la segunda, Ingeniería en Contabilidad en Latacunga; el tercero se fue a Guayaquil a hacerse Policía y yo vine a Quito a estudiar Comunicación Social en la Universidad Central. Mi mami se quedó sola con el nieto que cría, pero ella nos apoyó, porque dice que lo mejor que podemos hacer es prepararnos.
Cuando puse un pie en Quito me llamó la atención la cantidad de carros que hay y el tráfico. Eso no hay en mi pueblo.
Al principio quise buscar un departamento cerca a la universidad, para evitar tener que tomar buses, pero resulta que los cuartos que rentan a pocas cuadras son carísimos. Por una pieza con cocina y baño compartidos piden USD 130, más los servicios básicos.
Para ahorrar, me tocó ir a vivir a la casa de una amiga en Solanda, en el sur de Quito. Allá tengo privacidad y hasta un cuarto para visitas, pero lo malo es que paso viajando más de tres horas al día. Me demoro casi dos horas en ir a la U y hora y media en volver a casa. Ya hice mis cálculos y resulta que en el tiempo que he estado aquí, he pasado subida en un bus 90 horas, o sea casi cuatro días. Parece broma pero es anécdota.
Los gastos
Como la casa es de mi amiga solo debo pagar Internet, la luz y el agua, en lo que se me van unos USD 60 al mes. Pero también debo gastar en comida, buses y libros. Nunca como en locales, porque todo está supercaro; hago compras en el mercado para ahorrar algo.
Mi mami me da, cada semana que voy, unos USD 20 o 30. Aparte me da para comprar libros o sacar copias. El primer mes me debió haber dado USD 200. Si comiera afuera seguro gastaría el doble.
Para comer en casa debo madrugar. Como tengo clases de 07:00 a 13:00, para avanzar a llegar a la universidad me debo levantar a las 04:00. Cocino, arreglo la casa y a las 05:20 máximo ya debo estar en la parada para coger el bus R14, que va por la Mariscal Sucre. Si no alcanzo a ese bus ya llego atrasada, por el tremendo tráfico que hay.
Al regreso es otro drama. Me demoro al menos una hora y media en volver a la casa. Almuerzo y me pongo a hacer deberes. Eso sí, pase lo que pase trato de dormir lo más pronto, para madrugar al otro día. A las 20:00 ya estoy acostada.
Como los viernes solo tengo clases hasta las 11:00 me da chance de ir temprano a la casa, recoger mis cosas, ir a la terminal terrestre de Quitumbe y viajar donde mi mami. Llego a las 14:30 y almuerzo allá. La comida es una de las cosas que más extraño. Allá hasta el agua sabe diferente. Dicen que el agua de Quito es la mejor del país y que es muy pura, pero tiene un sabor bien raro, yo le siento un tufo a cloro y no me gusta. Hasta cuando preparo café siento ese saborcito.
Hasta el pollo sabe diferente, y eso que compro el del supermercado, que se supone es mejor; pero no. Incluso el pescado sabe a guardado. Allá, en mi tierra, los mariscos son una delicia. Vienen los pescadores de Pedernales a vender recién salidos del mar.
Todavía no me acostumbro al clima. En mi tierra es siempre calientito, aquí en cambio hace tanto frío y llueve. Me da una pereza levantarme y bañarme, pero no me queda más.
Tampoco me acostumbro al tráfico. En Alluriquín todo es más tranquilo, y se puede viajar en paz en el bus. Eso sí, allá es mucho más caro. El pasaje cuesta USD 1. Aquí en cambio pago USD 0,25 y me recorro toda la ciudad.
Los estudios
Siempre fui buena alumna. En el colegio Alluriquín me gradué con 9,47 y fui abanderada del pabellón nacional. Pero como el último año hice en pandemia, casi no tuvimos clases, y mi mami me inscribió en un curso de nivelación de la Politécnica. Recibí cuatro meses de clases ahí, unas seis horas al día. También me guiaba con tutoriales en Internet. Todo eso me sirvió mucho, porque saqué 947 en el examen Transformar.
Sé que pude haber elegido otra carrera con ese puntaje, como odontología o veterinaria, pero lo malo es que no tolero la sangre. En cambio, siempre me gustó leer y la investigación, por eso entré a estudiar esta carrera. Además, siempre me encanta conocer gente.
La demanda de alumnos de provincias se redujo
Dos universidades aseguran que la pandemia desmotivó a los estudiantes de provincia a estudiar en la capital, en 2020. Pero una vez que la población se vacunó, la demanda volvió a aumentar.
La Universidad Católica del Ecuador, por ejemplo, en 2019 recibió a 2 722 alumnos de provincia. Cuando llegó la pandemia en 2020, se matricularon 2 181, y el año pasado, la cifra subió a 2 997. Se calcula que el porcentaje de estudiantes de provincia será mayor para finales de 2022.
La UDLA también registra un mayor interés por parte de los alumnos de provincia por venir a la capital a estudiar. Luis Vaca, director de Inteligencia de Información de la UDLA, cuenta que hay un incremento de alumnos de ese grupo, en comparación con 2020. Dice que la disminución se pudo deber a la afectación económica y al miedo al virus.
Calcula que durante la pandemia perdieron unos 500 estudiantes, pero este año los han recuperado. La universidad cuenta con 16 000 alumnos en 43 carreras, y cerca de un 20% es de provincias.