Un tour grato e inesperado –con un grupo de amigas y amigos- nos llevó esta semana a una ciudad cercana e interesante. Medellín, apenas a 70 minutos de Quito. La hermosa capital antioqueña tiene mucho que mostrar y va en plan de progreso, pero pusimos especial atención, por varias razones, en su metro, inaugurado en 1995 y hoy con 34 kilómetros a la vista, ampliados espectacularmente en 2008 con su metro-cable para servir a barrios pobres ubicados en las montañas adyacentes. Nos llamó la atención el metro antioqueño por varias razones.
Por su presencia imponente y su velocidad cercana a los 100 kilómetros por hora, por sus millones de usuarios (1 425 hasta hoy), por sus planes con miras al futuro y por otro motivo muy especial. Por los parecidos de Quito con Medellín. Aparte de que ambas ciudades se proclaman “de la eterna primavera”, las dos son muy largas y estrechas, con montañas en sus alrededores y tienen aproximadamente igual número de habitantes: 2 millones y medio, en números redondos.
Algo más, el metro fue un medio de transporte incrustado en los sueños de las dos ciudades. Medellín hizo un gran esfuerzo de “sangre, sudor y lágrimas” –según un poeta antioqueño- y tiene el suyo, aunque solo en estos días arregló finalmente las cuentas con una empresa alemana que se encargó de la construcción. El costo total fue muy alto. Tenemos una cifra a la vista (USD 1800 millones) pero nos deja algunas dudas.
Le estamos pidiendo a un periodista paisa al que conocimos en el viaje –Carlos Mario Gómez J.- que nos aclare la cantidad exacta. Pero lo evidente es que el metro de Medellín es una hermosa realidad. El de Quito es un sueño de varias décadas, pero ahora es algo más, por cierto. Es una oferta de campaña del nuevo alcalde de la ciudad, Augusto Barrera. Lo dijo muchas veces antes de ganar las elecciones y lo ratificó al tomar posesión de sus altas funciones. Barrera tiene, pues, entre sus obligaciones ir concretando sus planes y presentar un día su proyecto.
Luego, avanzar en pos de llegar al metro soñado que, de concretarse -como esperamos-, será un paso hacia la solución real de un problema muy serio. Hasta entonces seguiremos con lo que tenemos hoy. Es decir con nuestro trole quinceañero, 250 000 vehículos disputándose las calles y unas congestiones cotidianas de los mil diablos. Tenemos claro que el alcalde Barrera tiene varios y serios desafíos a la vista. Hay un aeropuerto nuevo construido a medias, la seguridad es un reto permanente, el tránsito es toda una historia, en fin.
Él asumió seriamente su candidatura, sabiendo lo que le venía, como que fue concejal durante varios años. Fue elegido con amplitud con la idea de que se trata de un ciudadano serio y con deseos de cumplir. Los habitantes de Carondelet tienen que apoyarle en sus proyectos positivos, especialmente en lo que concierne a la perspectiva de que Quito cuente con un metro con todo lo que ello significa para el presente y el futuro. Ideas estas últimas que se nos vinieron en Medellín.