A los niños de la secta ‘La Familia’, sus vigilantes los vestían con uniformes y les decoloraba el cabello. Foto: Captura
Lo que comenzó como un aparente círculo ‘new age‘ australiano dedicado a la meditación y al yoga se convirtió, con el pasar de los años, en una sórdida secta que encerraba y drogaba a los niños, con miras a tener una colonia de humanos para repoblar la Tierra. Los integrantes del grupo creían fervientemente en una inminente destrucción del planeta.
La BBC publicó este 12 de julio la historia de Ben Shenton, quien tenía 18 meses de nacido cuando fue entregado por su madre, junto a sus hermanas, a la líder de la secta, Anne Hamilton-Byrne.
El menor tenía ya 15 cuando escuchó unos pasos en la escalera. Él, junto al resto de niños, habían inventado un método para jugar a los naipes en silencio en lugar de realizar largas sesiones obligatorias de yoga.
Él pensó que recibirían un brutal castigo por parte de sus ‘tíos’ por no cumplir sus tareas, como era costumbre. Sin embargo, no se imaginó que los pasos eran de un centenar de policías de Australia que allanaron el lugar donde los menores se encontraban cautivos. Toda la vida habían escuchado historias sobre estos hombres extraños que, supuestamente, si descubrían sus escondites se los llevarían en sacos, los secuestrarían y golpearían.
Tiempo después, Shenton descubriría que la persona, que le habían dicho durante toda su vida que era su madre, fue simplemente la líder del culto. Incluso supo que el nombre con el que lo llamaron no era su verdadera identidad.
Shenton relata los maltratos que vivían los niños por parte de sus ‘tíos’ y ‘tías’, que no eran más que fervientes seguidores de Hamilton – Byrne, que los cuidaban mientras la líder pasaba poco tiempo en el recinto porque viajaba constantemente.
Uno de aquellos castigos que el hombre describe como uno de los “más leves” consistía en escribir miles de líneas en un cuaderno. Cuando eran más severos, les obligaban a posar la mano sobre una vela encendida, recibir golpes de cinturón o ser ahogados en agua casi hasta la asfixia.
Anne Hamilton-Byrne, una reconocida instructora de yoga, era la líder de la secta. Foto: Captura
‘La Familia’ fue fundada en 1963 por una prominente instructora de yoga. La secta mezclaba enseñanzas del cristianismo con el hinduísmo. La mixtura religiosa llegó a tal punto que los seguidores creían que Hamilton-Byrne era una reencarnación de Jesús y Budha.
Al principio, la mujer y su pareja reclutaron pacientes del hospital psiquiátrico de Newhaven, en Kiew, Ucrania. Los líderes de la secta los subyugaban con intensas terapias de electrochoques y los drogaban con altas dosis de LSD.
Desde 1968, la líder del culto comenzó a adoptar niños de madres solteras de las esferas pudientes del Australia. Las mujeres entregaban a sus pequeños con devoción, pues eran seguidoras de la filosofía de Hamilton-Byrne.
Junto a los pequeños, también le entregaban dinero y pertenencias para cubrir con los gastos de manutención de los infantes. Las adopciones se realizaron a través de una vasta red de colaboradores, entre quienes se encontraban abogados, doctores y trabajadores sociales que falsificaban documentos y esquivaban los controles oficiales.
Los niños eran criados en aislamiento; se les prohibía salir del recinto. Su cabello era decolorado y todos llevaban exactamente el mismo corte. Desde pequeños se los hacía ingerir benzoles, antidepresivos y antipsicóticos, medicamentos que suelen ser suministrados a personas con signos de esquizofrenia. Cuando cumplían cierta edad, eran obligados a consumir altas dosis de LSD.
Poco a poco, los niños se dieron cuenta de que su vida no era normal. No tenían contacto con el exterior, pero sí podían acceder a libros. Shenton recuerda que le gustaba particularmente uno sobre la Segunda Guerra Mundial. Con este, sacó una conclusión: el lugar donde vivía era un campo de concentración, como los que los nazis usaban para recluir a judíos, gitanos, homosexuales o prisioneros de guerra.
Todo terminó cuando dos niñas del grupo lograron escapar del centro y dieron aviso a la policía.