Los desconocidos descargaron las balas sobre el auto Suzuki de Cristian Castro. Dos tiros alcanzaron la cabeza y el cuello y el joven de 27 años murió al instante. El crimen ocurrió la noche del martes en la Yanacona, una calle desolada y cubierta con maleza verde, en El Condado (norte de Quito).
Al mediodía de ayer, por allí solo circulaban carros particulares.
Un vecino que salió a la tienda apenas se refirió al crimen. Dijo que eran las 18:30 y que un taxi amarillo interceptó a un auto.
El chofer intentó bajarse, pero dos hombres más llegaron en moto y comenzaron a disparar. El testigo dice que todo ocurrió en menos de tres minutos, que los hombres tomaron la moto y el carro y se fueron hacia el norte.
De pronto, el hombre deja de hablar, se aleja presuroso y lanza su última frase: “Aquí esas cosas peligrosas nunca se veían”.
En el país cada vez hay más asesinatos violentos. Mientras en el 2009 se registraron 1 382 casos, en 10 meses de este año suman 1 512. Guayas es la provincia más afectada, con 631 hechos.
Las cifras de la Policía Judicial (PJ) dicen que en este año en Pichincha se han registrado 255 crímenes. Datos de la Policía del Distrito Metropolitano de Quito señalan que en octubre hubo 21 casos y en noviembre 22.
Según el Observatorio Metropolitano de Seguridad, en el 31% de crímenes cometidos en la ciudad, de enero a octubre, se utilizaron armas de fuego (durante el 2009 fue el 37% de casos).
En la Unidad de Homicidios de la PJ, la muerte de Castro se maneja con cautela, pero un agente la define como sicariato. “Sabían a dónde disparaban”.
El director de la Facultad de Seguridad de la Universidad Javeriana, Merlo Edwin, dice que existe una influencia de bandas extranjeras. Según Inteligencia del Ejército, en la frontera norte operan las Águilas Negras, una organización delictiva colombiana que comenzó a actuar como un ejército privado, para enfrentar a la guerrilla de ese país.
En Ecuador se les atribuye la muerte de los sicarios locales que operaban en la frontera norte. Así -dice Inteligencia Militar- han posicionado a sus hombres, para que se apoderen de las principales rutas fluviales y terrestres para el tráfico de drogas.
Un familiar de Castro, que ayer llegó a Medicina Legal, dijo que él no tenía nada que ver con hechos violentos. “Era deportista y apegado a su esposa e hijas”. Indicó que era policía y que en el 2005 se retiró como cabo segundo.
Desde entonces se dedicaba al taxismo, pues tenía dos unidades.
Hasta las 12:00, el cadáver seguía en la morgue. A esa misma hora, en la Policía Judicial se conoció que en el lugar del crimen se encontró una pistola taurus calibre 38. Además, que el hombre tenía problemas con un extranjero que manejaba uno de sus taxis, vinculado a la venta de droga.
El sicariato también tiene relación con la red de usureros. En la PJ se conoce que los prestadiarios usan sicarios para cobrar deudas.
El 9 de junio, la extranjera Ana Martínez fue degollada en el norte de Quito. Un sospechoso del crimen afirmó que fue contratado para cobrar una deuda. Según los agentes, él fue arrestado con una foto de la víctima. Los investigadores dicen que ella debía a un hombre que estaba en EE.UU.
Datos de la Fiscalía revelan que la usura es más frecuente en Guayas y en Pichincha. Inteligencia de la Policía señala que en Quito los usureros ya no actúan solos, sino que pertenecen a complejas organizaciones criminales con cuerpos de seguridad, lideradas por extranjeros. Los sectores donde tienen mayor injerencia son El Inca y San Carlos (norte); Chillogallo, Quitumbe y La Ecuatoriana (sur); San Roque y LaMarín (centro) y Cumbayá (valle oriental).
La muerte de Martínez fue investigada por agentes de la PJ. Igual sucedió con el caso de César Guerrero, un guía que fue asesinado el 16 de abril de este año.
Ese día, el quiteño salía de su casa, en Puengasí (suroriente de Quito), y tres desconocidos (dos hombres y una mujer) lo asesinaron con seis tiros en el cuerpo.
Ocho meses después del crimen, Patricia Guerrero, hermana de la víctima, dice que el caso quedó impune, que los investigadores dejaron su trabajo y que desde entonces nadie se ha acercado a su domicilio. “Nosotros también los dejamos, porque no sacábamos nada intentando dar con el paradero de los criminales. Mi hermano está muerto y ya”.
Lo único que saben es que una semana antes, las tres personas tomaron cerveza en una tienda del barrio y que preguntaron por la casa de Guerrero. Otros vecinos contaron a la familia del guía, que el grupo fue visto tres veces en moto y que su hablar delataba que eran extranjeros. “La gente decía que el día en que mataron a mi hermano, ellos estaban en un carro. Otros indicaban que era una moto. No se sabía nada sobre esto”, aseguró Guerrero.
Los familiares de Castro no quieren que el caso quede impune. Por ahora, el asesinato pasó a la Unidad de Delitos contra las personas de la Fiscalía de Pichincha. El cadáver salió de la morgue pasado el mediodía y fue llevado a su natal Echeandía, Bolívar. Dos niños quedaron en la orfandad.
GUAYAS
‘Las pandillas vienen de otro lado’
Siempre aquí en la cooperativa Nueva Granada, en el Guasmo Norte, en el sur de Guayaquil, hay inseguridad, pero no pongo atención a esas cosas sino que cuando pasa algo me alarmo.
Aquí hay balaceras, es medio fregado cuando llega la noche. Hace unas dos o tres semanas estamos inseguros con los problemas de los pandilleros porque de repente por otra persona paga uno como inocente. Me enteré por el periódico de la muerte de Javier Lemos, de 19 años, que fue el domingo: y al día siguiente hubo una casa baleada, donde resultaron heridos una niña de 11 años y su primo que tiene discapacidad mental. Pero yo no conozco qué clase de familias son ni a qué se dedican. El problema es que vienen pandilleros de otros lados que no son del barrio.
Vivo aquí hace 14 años y antes no era así, antes los policías pasaban y ahora a veces vamos al retén y no se encuentra a las autoridades. No he sido víctima de nada, pero tampoco me descuido.
Yo a mi hija, de 17 años, la voy a dejar al colegio que es a 10 cuadras y regresa con amigas que viven por acá. Le digo que coja la metrovía pero ella dice que no. Ayer los policías del retén nos llamaron a una reunión, porque queremos que alguna autoridad nos ponga un ‘chapa acostado’ (rompevelocidades). También pedimos que pongan una cadena o unas rejas en las calles Roberto Serrano y José Santos porque en ese sitio ocurrió la balacera donde quedó la niña herida.
La propuesta
Miriam Chasiluisa
Directora social de Fundación Chicos de la Calle
‘A trabajar en los valores’
Los niños y adolescentes son el sector más vulnerable de la sociedad. Por eso, las mafias los buscan para cometer delitos como el sicariato a cambio de dinero. La única forma de solucionar esa problemática es inculcar valores en los pequeños.
Si nosotros les enseñamos a tener la fortaleza de decir no cuando les ofrecen dinero para esa clase de situaciones, construiríamos una mejor sociedad.
A veces, culpamos a la pobreza de lo que sucede, pero no es así, porque cada persona tiene su dignidad y debe aprender a desarrollar su propia moral.
Además, la pobreza no está ligada netamente a la delincuencia. Lo que hacemos para impedir eso es decirle a la gente que la pobreza no es suciedad, tampoco vivir en medio de maltratos e insultos. La delincuencia se disminuiría si trabajáramos en propuestas alternativas que fomenten el desarrollo de valores en la sociedad.
Por ejemplo, en unas escuelas sí se trabaja en la construcción de valores mientras que en otras no. En nuestro caso, como fundación que brinda atención a niños que trabajan en las calles, impartimos clases de religión a padres e hijos.
Precisamente, este tipo de reuniones nos sirve para trabajar en el desarrollo de la ética. Ha sido difícil, pero en general tenemos que hacer eso para sacarles la idea de que la pobreza es la raíz de los problemas.