Sargento retirado Edwin Panchi: ‘La muerte en el Cenepa estuvo muy de cerca’

El sargento (r) Edwin Panchi Heredia combatió en el conflicto bélico contra el Perú. Él es parte de la Asociación de excombatientes del Cenepa. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

El sargento (r) Edwin Panchi Heredia combatió en el conflicto bélico contra el Perú. Él es parte de la Asociación de excombatientes del Cenepa. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Soy Edwin Panchi Heredia, tengo 55 años y soy sargento primero en servicio pasivo. Cuando estalló la Guerra del Cenepa yo era cabo primero y tenía 30 años. Desde niño me gustaba la vida militar y por eso ingresé al Ejército.

Estábamos entrenados y yo era consciente de lo que se trataba. Partí el 28 de enero de 1995 desde la gloriosa Brigada de Fuerzas Especiales 27 que estaba acantonada en Latacunga. Nosotros nos trasladamos desde el aeropuerto de esa ciudad al sector de Gualaquiza (Morona Santiago) en un avión Hércules.

Ya estábamos acostumbrados a la selva por el curso de comandos que hicimos. Ahí vivimos experiencias de combate. Sin embargo, ya en la guerra había cosas que nos tomaban por sorpresa. Por ejemplo, el 29 de enero de 1995, en pleno conflicto vimos y escuchamos aviones. Corrimos a buscar nuestras armas y a escondernos en las trincheras, porque pensamos que era un ataque aéreo. Sin embargo, nos dimos cuenta que se trataba de aeronaves amigas.

Días después nos dieron la orden de salir hacia la Cordillera del Cóndor. Yo cargaba mi mochila con los implementos, mi fusil y el mortero de asalto 60. Era un domingo, a mediados de febrero, y recuerdo que el día estaba bastante nublado.

A nuestra patrulla le tocaba estar a la cabeza del grupo. Como guías estaba el compañero Luis Sánchez. Yo era el cuarto hombre. A unos 500 metros se observó que la naturaleza estaba maltratada y desperdigada en el piso. Alguien gritó “peruanos” y comenzó la balacera.

Sánchez, Veintimilla, Rodríguez y yo tomamos el mando y abrimos fuego. Tomamos un área estratégica para defendernos. Como morterista lancé las granadas.

Gracias a Dios estoy aquí para contar la historia, porque la muerte estuvo cerca. Yo avanzaba a un montículo para poner el mortero. Cuando estaba subiendo hubo una balacera y todas las ramas que estaban a mi alrededor cayeron por el impacto de los proyectiles. Luego me moví, ubiqué el mortero en otro lado y empecé a lanzar.

Ese día fue triste. El cabo segundo Wladimir Analuisa fue herido. Una granada RPJ chocó contra una piedra y las esquirlas cortaron su yugular. Ese sitio donde nos atacaron era apropiado para una emboscada que no se dio por completo, porque teníamos entrenamiento para evitarlo.

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