Así es La Unión, en donde su gente agredió a un sospechoso de llevarse niños. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
El hombre fue sacado a la fuerza del auto y lanzado al piso. Unos lo pateaban en el cuerpo y otros en la cabeza. Una turba lo acusaba de supuestamente secuestrar a niños.
Todo comenzó con un rumor que corrió al mediodía del 27 de septiembre pasado en La Unión, una parroquia del cantón azuayo de Santa Isabel.
Dos meses después, EL COMERCIO volvió al lugar y habló con los vecinos. Dicen que la situación está tranquila y no olvidan cómo la gente se asustó, porque supuestamente había gente que plagiaba a menores. Ahora, más tranquilos, los moradores dicen que lo que sucedió fue que el hombre golpeado había ingresado a la vivienda de Isabel Fajardo, en Pilcocajas, una comunidad con casas dispersas ubicada a ocho minutos del centro parroquial. Un vecino vio cómo el agredido y otras dos mujeres se llevaban en un vehículo negro una computadora, un televisor y otras pertenencias. Entonces, alertó sobre el robo.
Cuando los sospechosos abandonaron el lugar, el vecino los siguió en su carro.
Llamó por teléfono a Fajardo y le contó lo ocurrido. “Salga con más gente a la vía para atraparlo, es un auto negro”, le dijo. La mujer recuerda que enseguida salió de la escuela de su hija y pidió ayuda.
Casi al llegar al centro de La Unión, los tres sospechosos se dieron cuenta de que eran perseguidos y aceleraron. Pero no contaban con que a esa hora, tres calles aledañas a la Escuela Jaime Roldós, que está junto a la única vía que conduce a Pilcocajas, se cierran con cadenas para que los estudiantes puedan caminar. El custodio de la seguridad externa de la escuela recuerda que el carro negro rompió las tres cadenas e invadió vías.
Luego impactó a una moto y tumbó a un niño que se encontraba sobre ese automotor.
Urgilés dice que la gente gritaba “cójanlos, que se llevan un niño”. En ese momento surgió la “confusión”.
Los vecinos no habían olvidado que en julio del 2013, un menor de 8 años de edad fue secuestrado y encontrado sin vida un mes después.
Un grupo de hombres detuvo el vehículo. Las mujeres que viajaban en él escaparon y la muchedumbre sacó a golpes al conductor. En el interior encontraron las pertenencias de Isabel Fajardo y una mochila con herramientas. Eso consta en el parte policial.
Al chofer le ataron las manos y por más de media hora fue golpeado e interrogado.
El vehículo fue empujado hasta un predio vacío y le prendieron fuego. Las huellas aún están en el piso. En ese momento, 500 personas gritaban.
“Todos intervenimos, porque estamos cansados de los robos”, dice una vecina.
Otros llamaron a los policías de Santa Isabel, pues hace más de un año no hay policías en La Unión. Había gente que pedía gasolina para rociar el cuerpo del hombre que sangraba y pedía piedad. En ese momento llegó el patrullero y se lo llevó.
Al día siguiente, Édgar Correa, jefe de la subzona 6 de Azuay, descartó que fuera un caso relacionado con secuestro de niños. Dijo haber revisado el expediente y que el sospechoso registraba siete denuncias por robo.
Entonces Blanca León, fiscal de Santa Isabel, le formuló cargos por el mismo delito. El hombre fue trasladado a la cárcel de Turi, en Cuenca.
Allí permaneció un mes y recobró la libertad luego de que la denunciante, Isabel Fajardo, aceptara la conciliación y reparación propuesta por el demandado. Ella también recuperó sus pertenencias.
En La Unión, hoy esperan que estos episodios no se repitan. En principio hubo tensión por los procesos legales que se podrían abrir, pero no ocurrió.