Una voz lo impulsó. La escuchó la mañana del lunes 14 de junio, cuando subió a un autobús de la línea 65. Ese día, junto a un compañero, abandonó su aula de clases en un colegio fiscal del suburbio de Guayaquil.
“Cuando nos subimos al bus vi a la señorita y una voz me dijo que le robara… Yo siempre escucho esa voz y por más que me resisto a no escucharla no puedo”.
Esa es la versión que diera el joven de 16 años en una audiencia en el Juzgado Décimo Quinto de la Niñez de Guayas. Según testigos, con un cuchillo, él y su amigo de 14 años robaron un celular.
El miércoles, en su colegio, maestros y compañeros comentaban lo sucedido. “No tenía problemas. Era mi mejor amigo”, dice Génesis al hablar del joven de 16 años que se sentaba junto a ella.
Su conducta era regular, al igual que sus notas. Para Mariana Bolaños, orientadora del plantel, el problema surgió en casa. “Uno solo vive con la mamá, el padre los dejó. El otro vive con los abuelitos. Son hogares disfuncionales”.Este incidente sirvió a las autoridades de Educación para analizar medidas radicales. Una de ellas es la elaboración de un instructivo para aplicar la disciplina en los colegios fiscales. Otra es solicitar apoyo de la Policía en la vigilancia. Pero su aplicación aún no se define.
Dentro del horario de clases, estudiantes con uniformes y mochilas conversan en tiendas, juegan en máquinas o pasean por los alrededores de sus planteles. Ahora, los policías serán los encargados de vigilarlos.
Tras múltiples reuniones y ruedas de prensa para definir los controles, ayer el comandante de Policía de Guayas, Juan Ruales, anunció que desde la próxima semana los gendarmes retendrán a los jóvenes que, “sin justificativos”, deambulen uniformados por la calle en hora de clase.
Y aunque primero se divulgó que los chicos serían trasladados a la Dirección de la Policía Especializada en Menores (Dinapen), hubo modificaciones. La subsecretaria de Educación del Litoral, Mónica Franco, detalló que serán trasladados al edificio del Gobierno Zonal de Guayaquil o a la Dirección de Educación. Hasta ahí deberán ir sus padres para firmar un acta de responsabilidad.
El jefe de la Dinapen en Guayas, Julio Puga, puntualiza que el control no será de represión, sino de prevención. “Tratamos de evitar que los chicos abandonen el sistema educativo, que es un desencadenante de violencia. Sabemos que el 35% de los adolescentes ha dejado el colegio”.
Esa violencia genera a su vez robos, peleas entre pandillas y drogas dentro de las aulas, que son los problemas más frecuentes que rodean a los colegios públicos.
Según cifras de la Jefatura de la Policía Especializada en Menores de Guayas, 446 adolescentes fueron aislados por robo en 2009 y 265 por asalto y robo con armas de fuego. Otros 507 fueron retenidos por destrucción de bienes.
Hasta mayo de 2010, los reportes indican que 241 adolescentes fueron detenidos por robo, 89 por asalto con arma de fuego y 216 por escándalo en la vía pública.
El conflicto entre colegios es algo común. El enfrentamiento más reciente fue entre orellanenses (Francisco de Orellana) y alfarinos (Eloy Alfaro) en el sur de la ciudad. “Algunos alumnos pertenecen a las pandillas de Latin King y Ñetas. Se pelan por los alrededores del Mall del Sur”, cuenta Brian, un alumno del Orellana.
La rectora del plantel, Germania Mestanza, confía en que la solución inmediata está en los consejos estudiantiles. Un ejemplo es que Kevin Amaguaña, presidente del Eloy Alfaro, y Christian Castro, del Orellana, planifican la firma de un acuerdo de paz.
Aunque las alianzas son positivas, los problemas persisten. Con el timbre de salida, los alumnos del colegio fiscal en el Suburbio se amontonan en la calle. En un rato, un empujón entre dos chicos provoca una pelea. La gresca se diluye con el paso de un patrullero.
El inspector Manuel Betancourt acusa a las leyes que protegen a los menores como un obstáculo para aplicar correctivos en el colegio. “Cuando detienen a un chico no podemos expulsarlo. La ley no lo permite, pero su conducta influye en otros muchachos”.
Las drogas circulan dentro del salón de clases
Enojada, una mujer regañaba a su hijo con gritos en la oficina de la Dinapen en Guayaquil. El joven apenas levantaba la cabeza.
El jueves, junto a un amigo de colegio, fue retenido por la Policía. En sus mochilas y bolsillos de sus uniformes hallaron droga. Tras permanecer un día en esa dependencia fueron a casa.
En 2009, el Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep) elaboró un estudio para comprobar la incidencia de drogas en colegiales. 23 033 alumnos fiscales y privados del país (de 12 a 17 años) fueron encuestados.
Según los resultados, Ricardo Loor, coordinador de prevención del Consep, explica que la vinculación con drogas, en especial alcohol y cigarrillo, se inicia a los 12 años. En 2005 fue 13 años.
Como prevención, Eva Cevallos, directora del programa de Salud Mental d e la Dirección de Salud de Guayas, indica que se debe trabajar desde la escuela. “Hay niños de 7, 8 y 9 años que comienzan a usar cigarrillo y alcohol. Esa es una puerta a drogas duras”.
El alcohol y la marihuana son las drogas más comunes que rondan las aulas. También se detectó cocaína, pero en menor grado.
Según Loor, lo novedoso del estudio es la forma de expendio. “El expendedor ya no está fuera del colegio. Son los mismos chicos que llevan o venden drogas al interior del colegio o en las fiestas”.
Para estos casos, Roberto Echeverría, del Consep, aconseja a los directivos de los planteles evitar la represión e informar al departamento de orientación para que preste su ayuda.