Un nuevo accidente aéreo se produjo ayer en la Amazonía Cinco personas murieron cuando un avión Twin Otter de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) cayó mientras cubría la ruta Shell-Tena.
El hecho ocurrió a las 15:45, cuando realizaba vuelos de acción cívica, es decir, ayudaba al traslado de personas en las comunidades, señaló la FAE.
Según la agencia oficial Andes, el avión se accidentó en el sector conocido como El Capricho, en el cantón Carlos Julio Arosemena, provincia de Napo.
La tripulación estaba conformada por los pilotos: capitán Javier González y teniente Gabriel Palacios. A bordo de la aeronave también se encontraban el teniente Mario Campaña, sargento primero Javier Paredes, cabo primero Iván Román. Todos murieron. El único sobreviviente es el suboficial Ángel Mármol, quien fue trasladado a un hospital del Tena. Los cuerpos de los fallecidos serán trasladados inicialmente a Quito y luego a sus lugares de origen. A las 19:00, los cadáveres ingresaron a la morgue de Tena.
La FAE informó que se conformará una Junta Investigadora de Accidentes para determinar las causas del hecho.
Los aviones Twin Otter fueron adquiridos por la FAE en 1974 y son de fabricación canadiense.
Este es el séptimo accidente aéreo que involucra a aeronaves de las Fuerzas Armadas desde el 2009 y que se ha hecho público por su magnitud.
El 19 de marzo de ese año, un avión Beechcraft del Ejército se estrelló en el edificio Linda Vista, cerca de la av. González Suárez, en Quito. Fallecieron el piloto Julio Zaldumbide, su hijo del mismo nombre; su esposa, Claudia Uscocovich; el capitán Jorge Zurita y el sargento Mario Figueroa.
También murieron dos personas que residían en el edificio (ver cronología de los hechos). El último percance ocurrió el 6 de enero del 2010. En esa ocasión una avioneta nueva Cessna 206 del Ejército ecuatoriano se estrelló en el sector de Taisha, en la provincia de Morona Santiago. Esto sucedió mientras realizaba labores de abastecimiento.
Quito
‘Se llevaron la TV, la licuadora…’
Tatiana Luzuriaga
Víctima de la delincuenciaLuego de pasar la Navidad en Macará (Loja), con mi tía y mi hermana, regresamos a casa en La Vicentina, en Quito. Yo vivo con ella porque estudio en la universidad. Al entrar dejé la maleta en el piso, porque lo primero que tenía que hacer era llamar a mi papá para contarle que habíamos llegado sin novedad, luego de 18 horas de viaje en bus, toda la tarde y noche. Pero no encontré el teléfono inalámbrico.
Al subir al segundo piso nos dimos cuenta que nos habían robado. La ropa, los adornos y los zapatos estaban dispersos. Mi tía no encontró las joyas que guardaba debajo del colchón, tampoco estaban nuestras carteras ni otros artículos personales. Luego nos dimos cuenta de que faltaban electrodomésticos como el televisor, licuadora, grabadora y los teléfonos celulares que habíamos dejado en casa, porque en el sitio en donde estábamos no había señal.
Lo raro es que las cerraduras de la puerta no estaban forzadas. Nosotros sospechamos que era un guardia del conjunto, porque tres meses antes mi tía había encargado la llave de la casa en la garita, para que otra tía las pasara recogiendo. Lo extraño es que en ese entonces el guardia dijo que había perdido el llavero. El error fue no cambiar las chapas. Luego del robo pusimos otras seguridades, pero no denunciamos.
La propuesta
Conformación de brigadas
Enrique Cabezas /
Presidente de La Vicentina
Los barrios no solo deben trabajar en la limpieza y cuidado de los espacios públicos, sino también en la seguridad y en la solidaridad. Las personas deben estar conscientes de que la seguridad no es únicamente cuestión de la Policía Nacional o del Municipio. La seguridad es responsabilidad de todos.
La conformación de brigadas y directivas contra la inseguridad debe iniciarse con la organización en cada calle.
La gente, los vecinos deben intervenir y denunciar sobre los hechos delincuenciales.
Con organización se pueden conseguir resultados como alarmas comunitarias. La falta de comunicación llega a un extremo tal que no se sabe cómo se llaman los vecinos de las casas de al lado. A eso se suma que en nuestras casas ponemos tal cantidad de seguros, que vivimos como en cárceles. Pero sin solidaridad no hay seguridad. La gente debería asistir a las charlas dadas por el Municipio e interesarse.