La noche del 18 de marzo fue la última vez que vi a mi hija antes que desapareciera en Quito. Recuerdo que ese día junto a mi esposa fuimos a la Terminal Sur de Bogotá para despedir a Carolina.
El último recuerdo que nos queda fue el beso de Carolina cuando se fue. Le advertí que se cuidara y que nos llamara apenas llegara. Ella viajó a Quito por cuarta ocasión. Se enamoró de esa ciudad en el 2009 cuando tenía 19 años.
Sus amigos de la universidad habían planeado viajar a Ecuador para conocer la capital. Mi hija decía que el centro de la ciudad gozaba de una belleza arquitectónica impresionante y era perfecta para tomar fotografías.
Eso es lo que más le apasionaba al igual que hacer collares y pulseras artesanales. La primera vez viajó acompañada, pero en esta ocasión, luego de dos años, tuvo que venir sola. Dos amigos de Colombia la esperaban aquí en Quito. Mi niña estaba de vacaciones de la universidad. Le emocionaba porque Ecuador era una parada más para llegar a Brasil, su destino final. Además, le gustaba mucho esta ciudad y quería llegar el 20 de marzo para el concierto de Manu Chao y Calle 13, que se presentaban en el estadio Atahualpa. A ella le gustaba esa música.
Recuerdo que Carolina se comunicaba con su hermana menor Linda por Facebook y con nosotros a través de llamadas telefónicas. Nos decía que Quito es hermoso, que la gente es muy buena y que debíamos planear un viaje familiar en Ecuador. Las cosas iban bien hasta el 1 de mayo.
Sebastián, uno de los dos compañeros que la hospedaron en un departamento, en el sector de Monjas, me llamó a las 16:30 de ese día. Me pidió que no me alterara y que Carolina no aparecía desde hace tres días. En ese momento el mundo se me acabó. Enseguida intenté comunicarme con ella pero fue imposible. Esa noche no dormí y apenas amaneció junto a mi otra hija y mi cuñada viajamos a Quito, la ciudad que más amaba Carolina y donde desapareció sin dejar rastro.
Al llegar, lo primero que hicimos fue acudir a la Fiscalía para poner la denuncia. Los amigos de Carolina también estuvieron allí y escuchamos sus versiones. Dijeron que la última vez que la vieron fue cuando entró al baño a ducharse y no se dieron cuenta cuando salió o desapareció.
Días antes, la Policía les dijo que la buscaran en hospitales y en la morgue, pero no apareció.
Luego fuimos a la casa donde vivía y en el cuarto donde dormía mi hija había un sofá y una colchoneta. Allí encontramos todas sus pertenencias, su billetera con su pasaporte y su cédula, incluso tenía dinero. Toda su ropa estaba guardada en una maleta, porque no tenían armarios, pero lo que más me causó sorpresa y me asustó fue que su cámara fotográfica también estaba allí. Carolina jamás se despegaba de su cámara, a donde ella iba siempre estaba tomando fotos. Ella estudió en Colombia fotografía y también cursaba el séptimo semestre de la carrera de pedagogía con énfasis en educación artística de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en Bogotá.
Recorrimos durante horas con agentes del GIR el río Machángara y nadie la había visto. Lo sorprendente fue que el agente encargado de la investigación había ido al día siguiente a ese lugar y supuestamente encontró un saco de mi niña. En el bolsillo tenía una nota escrita en una servilleta y decía: “Para Sebas y Caro ahí les dejo una torta, con cariño Óscar”. Esa nota la había escrito el otro amigo de mi hija hace varios días.
Desde ese día empezó la búsqueda incesante de mi Carol, así le decimos de cariño. Su madre está en Bogotá y su hermana recién regresó a Colombia para estudiar. Tener a mi hija desaparecida sin saber qué pasó con ella o quién la tiene es muy triste.
Estoy seguro que se la llevaron, mi hija jamás hubiera dejado sus documentos personales, ella sabía que siempre debía llevarlos y era muy responsable. Ella vino legalmente a Ecuador. Ya son 58 días que está desaparecida, pero yo se que está viva y la voy a encontrar para llevarla con su familia.
No voy a regresar a Colombia sin mi hija. Su habitación está intacta esperándola y llegar sin ella y ver su ropa nos mataría de la tristeza a toda la familia. En lo que sí no se equivocó mi Carol fue en la belleza de Quito y estoy seguro que los 14 millones de ecuatorianos me van ayudar a encontrarla.
Permanecer en un país desconocido y no tener la mínima idea de cómo son las leyes fue lo más duro y los dos gobiernos tanto el de Colombia como el del Ecuador deben responsabilizarse de la desaparición de mi hija.
El viernes realizamos con mi cuñada y con un grupo de jóvenes defensores de DD.HH. un plantón en las afueras de la Fiscalía y tuvimos una respuesta del fiscal Galo Chiriboga y del fiscal colombiano Eduardo Montealegre que visitó Ecuador. Me dijeron que la búsqueda se va a realizar en conjunto y me ofrecieron su apoyo. Ahora confió en las autoridades y en mi Dios para encontrarla.