Este miércoles, familias de los jóvenes quemados hicieron la denuncia en la Fiscalía de Tungurahua. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
En Mirador casi nadie habla. Quienes lo hacen responden molestos. “No hemos visto nada de lo que pasó”, dice un hombre. Él vive en ese barrio rural de Ambato, en donde el martes 1 de enero del 2019 fue asesinado su vecino Patricio, mientras que Ángel permanece internado en terapia intensiva, luego de que ambos fueran incinerados.
En el pueblo solo quedan rastros de ceniza en dos lugares.
Una mujer lava dos camisetas y observa el poste en donde fueron atados los dos chicos.
Otro campesino únicamente cuenta que fueron indígenas que llegaron a Mirador los que prendieron fuego a los dos jóvenes e identificó a personas de Kisapincha, Angamarquillo, Calhua, Angahuana, Ambatillo, Cullitahua y Calhuasi.
La Dinased, una unidad policial que investiga crímenes y desapariciones, desplegó a su personal y ya se sabe que actuaron al menos 500 indígenas.
Ellos acusaban a los dos de intentar robar una camioneta en una de las comunas y de supuestamente llevarse vacas, ovejas y cuyes de las casas que están levantadas en los páramos de Ambato.
Este miércoles 2 de enero del 2019, Zoila Maisanche estuvo cerca al lugar en donde ocurrió el ataque con fuego. Ella es tía de Ángel y recuerda que al inicio pensó que solamente les pegarían y los bañarían con agua helada. “Les dije a los indígenas que ellos no son a los que buscan y que nosotros salimos a trabajar para traer la comidita, que no robamos”.
La mujer de cabello cano relata que los comuneros no le permitieron bajar a ayudar a su sobrino, y que él estaba amarrado a una base de cemento.
Entre empujones y reclamos, las tres hijas de Zoila y sus cuatro hermanos lograron evadir a los indígenas y descendieron por los pastizales y los sembríos de maíz de uno de sus vecinos. “Ayúdenme, auxilio”, suplicaba Ángel, mientras estaba amarrado al poste con una soga de plástico.
“Le saqué la camiseta que estaba envuelta en llamas, mi hija retiró las sogas de los pies y salió corriendo con fuego en varias partes de su cuerpo”, cuenta Maisanche entre lágrimas.
Los familiares de Patricio recorrieron este 2 de enero del 2019 la zona donde fue quemado vivo. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Según el reporte de la Policía Nacional, el joven tenía quemaduras de segundo y tercer grado en el 70% de su cuerpo. Su estado es delicado y se recupera en una de las salas del Hospital Docente Ambato.
“Al otro chico le quisimos ayudar, pero estaba amarrado con un alambre grueso al poste. Nos pidió ayuda y lloraba, pero la gente no le hacía caso y nosotros no pudimos hacer nada. Tres veces le prendieron fuego al cuerpo”, asegura Zoila, mientras se limpia las lágrimas con una chalina.
Los restos de madera, alambre y llantas usadas en el ataque permanecen en un extremo de la vía que une los barrios Mirador con San Francisco. Al pasar por el sitio, los vecinos se persignan. Inclinan sus cabezas y continúan su trayecto a las labores agrícolas o a las tareas de ganadería.
En esta zona hay pequeñas viviendas dispersas rodeadas de parcelas de maíz, habas, papas, fréjol, árboles frutales y pastizales. El ladrido de los perros y el ruido de los motores de las camionetas o autos interrumpen el silencio del lugar.
Este miércoles, los familiares de Patricio no estaban en las casas, que quedan cerca al lugar del fuego. Las puertas estaban aseguradas con pequeños candados y gruesas sogas. Los niños y adolescentes de esa familia no asistieron a clases por temor.
La Fiscalía abrió una investigación por asesinato y recopilará fotos, videos y testimonios, para dar con los cabecillas y cómplices del hecho.
“No se va a permitir que este hecho quede en la impunidad”, sostiene Fernando Villegas, fiscal de Tungurahua.
La Unión de Organizaciones del Occidente de Ambato, en cambio, mantuvo una asamblea de emergencia. Entre los puntos están las acusaciones de haber sido los causantes de quemar vivos a dos jóvenes. “La aplicación de la justicia es respetar los derechos humanos con una purificación”, aseguró Rosa Jerez, presidenta del Movimiento Indígena de Tungurahua (MIT).
El padre de Patricio pide que este caso se juzgue. “Él estaba bien borracho y no pudo haber robado como lo acusan. Es mentira de que roba ganado”.
El joven deja en la orfandad a tres menores que procreó en dos compromisos.
Unos familiares de Patricio volvieron al lugar en donde se produjo el hecho violento.
Otros realizaban los trámites para retirar el cuerpo del Centro Forense y darle sepultura.