En Quito, el miércoles hubo un minuto de silencio en memoria de las dos argentinas que murieron en Montañita. Foto: EL COMERCIO
La fotografía de August Reiger sigue pegada en las ventanas de los negocios que funcionan en Baños, una ciudad turística de Tungurahua. Sus padres las colocaron hace casi tres años cuando desapareció mientras caminaban por un sendero de esa localidad. Ellos son de Oklahoma, Estados Unidos, y llegaron a Ecuador en junio del 2013 para visitar las comunidades indígenas de Pastaza, en la Amazonía. Pero decidieron quedarse tres días en Baños.
Agust tenía 18 años y se había graduado de la secundaria. Decía que en la universidad quería estudiar antropología. Por eso cuando llegó al país quiso subir por senderos para ver la selva y las comunidades. Sus padres y su hermano de cinco años caminaban junto a él por el pequeño camino de tierra. Solo recuerdan que se adelantó cinco metros y en una curva se perdió. Cuando llegaron a la cima se encontraron con otros turistas, pero August no estaba. Bajaron corriendo y gritaban el nombre de su hijo.
En la ciudad buscaron a la Policía pero como no hablaban español, los agentes tuvieron que llamar a una intérprete. Ella traducía a los padres que desesperados señalaban con sus manos la curva en donde vieron por última vez a su hijo.
Con el dinero que aún les quedaba de la excursión y con sus tarjetas de crédito, los extranjeros permanecieron dos meses buscándolo. Antes de regresar a EE.UU., denunciaron en la Fiscalía y en Asociaciones de Personas Desaparecidas.
El grupo Asfadec lleva un registro de casos. Sus expedientes dicen que August no es el único extranjero que ha desaparecido en el país. De hecho, hay casos que ocurrieron hace 17 años, pero en los últimos tres al menos han contabilizado 10 desapariciones de foráneos.
Pero, ¿cómo los buscan? Unos familiares usan redes sociales o correos electrónicos para comunicarse desde el exterior con los investigadores o fiscales. Ese es el caso de los padres de Agust. Por esas vías han sido invitados a una reunión con el presidente Rafael Correa y para la reconstrucción de los hechos. Otros, en cambio, dejaron sus naciones y ahora viven en Ecuador.
Por ejemplo, Alix Ardila y su esposo Walter Garzón, oriundos de Bogotá, decidieron estar permanentemente en Quito para buscar a su hija Carolina Garzón.
Ella desapareció el 28 de abril del 2012, en un barrio del oriente de Quito y desde entonces sus padres viajan constantemente. Al principio alquilaron un departamento que les costaba USD 180 mensuales. Ya en la capital, los gastos eran mayores. Por eso decidieron turnarse en la búsqueda. Cada uno permanece cuatro o seis meses y luego regresa a Colombia. Allá tienen un local de Internet y todas las ganancias van para la alimentación y transporte de quien esté en Ecuador.
Incluso tuvieron que vender una casa y su carro para costear los afiches que entregan en las calles de Quito con el rostro de su hija.
Para ahorrar, cambiaron los viajes de avión y optaron por venir en bus. Esto sin importar que el viaje de Bogotá a Quito dura 32 horas. También dejaron el departamento que arrendaban y se mudaron a la casa de Telmo Pacheco, presidente de Asfadec. Él los conoció en los plantones que cada miércoles realizan en la Plaza Grande para exigir celeridad en las investigaciones.
De hecho, la foto de Carolina se exhibía el último miércoles, mientras se realizaba un minuto de silencio por María José Coni y Marina Menegazzo, dos argentinas que fueron reportadas desaparecidas el pasado 22 de febrero. Sus familiares también vinieron al país.
Ahora ellos piden que se realicen exámenes para determinar si los cuerpos hallados en Montañita en verdad pertenecen a las chicas.
Telmo Pacheco habló sobre la situación de los extranjeros desaparecidos y dijo que es grave, pues cuando sus familias llegan no conocen el idioma, las leyes, los lugares en donde desaparecieron sus parientes ni cómo denunciar.
“Por eso, hay quienes solo vigilan las investigaciones desde el extranjero o mediante sus embajadas”, dice. Esto porque en el caso de los extranjeros, la Fiscalía debe informar a cada representante consular sobre las investigaciones.
Hay familiares que también delegan a personas o amigos que viven en Ecuador para que les informen sobre las investigaciones. Por ejemplo, Lidia Rueda, una ecuatoriana que también tiene a un familiar desaparecido, está a cargo de tres casos de extranjeros. Uno de ellos es Néstor Ordóñez. Otro colombiano que fue visto por última vez en Huaquillas, El Oro.
Él se perdió en 1995, pero sus familiares aún lo buscan. Aunque no han venido al país, cada seis meses escriben a Rueda para saber si hay alguna novedad. Lo mismo lo hacen los parientes de los colombianos Efraín Gonzales y Yohan López Ferrer, desaparecidos en Ecuador en el 2004 y 2010.