A causa del accidente 20 personas fallecieron y al menos 35 resultaron heridas. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Los miembros de la congregación católica Santa Faz de Guayaquil jamás llegaron a su destino. Como ya era costumbre, cada dos meses los feligreses contrataban un bus, de un vecino del sector, para acudir a las convivencias espirituales fuera de la ciudad.
En esta ocasión, 16 de los miembros de la congregación acordaron realizar la reunión en la casa de uno de ellos en Ventanas, en Los Ríos.
Partieron a las 19:00 en el bus amarillo. Solo pudieron avanzar hasta el cruce de la vía Yaguachi-Milagro, al noreste de Guayaquil. En ese punto, el vehículo colisionó de frente contra un bus de la Cooperativa Intercantonal Ventanas, y ambas unidades, a su vez, contra un vehículo Vitara particular.
Producto del impacto 20 personas fallecieron y al menos 35 resultaron heridas. En la tarde se conoció que 12 continuaban en centros médicos.
En los casos de los religiosos, todos murieron. Tomás Noboa recibió el último mensaje de Whatsapp de su hijo Santiago a las 20:30. “Como ya no respondía, lo llamé, pero nunca contestó”. Poco antes de las 23:00 el hombre se enteró de que su hijo estaba entre las víctimas del accidente vial.
Santiago era el mayor de tres hermanos y estaba por graduarse de ingeniero en telecomunicaciones en Guayaquil. Viajaba con su esposa, Tatiana Arteaga, de la misma edad.
Desde que se conocieron, los esposos acudían juntos a las convivencias de la congregación. La pareja dejó en la orfandad a dos pequeñas, de uno y tres años. “Ahora los abuelos seremos padres para ellas”, contaba con la mirada extraviada Noboa, a dos metros de la morgue de Milagro.
A ese centro llegaron los 20 cuerpos. El sábado 14 de enero por la mañana los familiares, policías, funcionarios públicos, periodistas y curiosos obstaculizaban el acceso al anfiteatro; un cuarto poco iluminado y provisto de unas cuantas herramientas y un mesa de disección.
El forense, junto con personal de Medicina Legal de la Policía, pedía cada cierto tiempo la presencia de familiares para reconocer los cuerpos y poder colocarlos en los féretros de madera que llegaron.
Entre las autoridades que acudieron a ese punto estaba el fiscal de Yahuachi, Modesto Freire. Él informó que iniciaron una investigación para determinar las posibles causas del accidente.
“Estamos revisando videos para determinar cómo ocurrió el choque. Dos conductores están entre los fallecidos; el otro, que conducía el bus de la Cooperativa Ventanas, resultó herido y fue dado de alta”, dijo.
La Agencia Nacional de Tránsito, a través de un comunicado, informó que también están investigando los hechos y no descarta acciones legales y administrativas. Entre tanto, los ataúdes, donados por los municipios de Milagro y Yaguachi aguardaban apiñados a un costado de la morgue.
Dos de las cajas eran pequeñas y recubiertas con una suave felpa blanca. Una de esas, la más pequeña, estaba reservada para la niña Corina Borja Hurtado, de apenas 7 meses.
Hilaria Rivadeneira de 60 años perdió a tres familiares en el siniestro, incluida su hija. Llegó la misma noche desde Esmeraldas a Guayaquil para visitarla y debía regresar.
“Esperaba verla a su regreso de la convivencia, pero ya no pude. Lo último que me dijo mijita por teléfono fue que tenía muchas ganas de verme”.
El sábado contaba eso mientras le remojaban la cabeza con botellas de agua para que no se desvaneciera. Poco a poco, los trámites legales se cumplieron.
A las 10:45, los féretros con los cadáveres empezaron a retornar a Guayaquil. Un primer camión partió con siete ataúdes, escoltado por dos furgonetas con sus deudos.
Los miembros de la congregación Santa Faz, en Guayaquil, querían velar a sus compañeros en la iglesia de la Cooperativa de Vivienda Santiaguito Roldós, al sur de la urbe. Pero el templo resultó pequeño y se habilitó el coliseo del colegio María Egas.
Entre las víctimas que llegaron a ese centro educativo estaba la madre de Javier Quintero, quien tenía 56 años. En la mañana, él arribó al anfiteatro de Milagro. Allí, reconoció el cadáver de su progenitora.
Pasadas las 13:30 empezaron a salir rumbo a Guayaquil los últimos seis féretros.
En cambio, al mediodía ingresó a los patios de la Comisión de Tránsito del Ecuador (CTE) el bus en el cual se trasladaban los feligreses de la congregación.
La unidad era irreconocible: la carrocería se había partido en dos y los restos de los asientos estaban desparramados.
El presidente Rafael Correa también lamentó el hecho y pidió a la ANT más control en las vías del país. “Me deben hacer un trabajo más profundo”, señaló.