El jueves 7 se posesionó como miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua la escritora guayaquileña Rosa Amelia Alvarado Roca.
El acto revistió caracteres de solemnidad, tanto por el local, Centro Cultural Simón Bolívar, cuanto por el número y calidad de los asistentes, vinculados a la cultura, las letras, las artes, el periodismo y la sociedad. Se rindió así homenaje a una de las mujeres de mayor trascendencia en el Guayaquil de hoy, actora, autora y directora de perseverantes empeños al servicio de altos ideales como
Hogar, la revista que dirige, fundada por ella hace muchos años. Es también digna de ponerse de relieve su cálida y delicada bibliografía, mantenida con lucidez y depurado estilo a lo largo de un cuarto de siglo, desde su primer poemario ‘Canciones sin tiempo’ (1984) hasta el quinto y último ‘Más allá de la rosa’ (2008), sin olvidar su ensayo histórico ‘Entre abanicos y recuerdos’. Pero es la dirección de su revista la que le permite mantenerse vigilante
sobre la vida del Ecuador y el mundo y destacar particularmente la acción creadora de la mujer.
La presencia de las más altas figuras guayaquileñas en el depurado uso del idioma ha prestigiado siempre a la Academia Ecuatoriana, desde los años fundacionales a fines del siglo XIX, con el presidenciable Francisco Xavier Aguirre Abad, hasta el siglo XX con dos de los más notables oradores ecuatorianos, los presidentes Alfredo Baquerizo Moreno y Carlos Alberto Arroyo del Río y los escritores Leopoldo Benítez Vinueza y Abel Romeo Castillo.
Una mujer integró también la Academia con su señorío y bien decir, Esperanza Mateus de Peña.
Ahora llega Rosa Amelia Alvarado, en la plenitud de sus valores humanos y de género, cuando la participación femenina es ya de pleno derecho, según lo demostró Juan Valdano al presentar a Rosa Amelia en la sesión solemne y pasar revista a sus méritos y su contribución a la bibliografía nacional.
No están permitidas, en nuestra Academia, las autocandidaturas a una curul: es necesario que tres académicos numerarios propongan por escrito cada nuevo nombre y su biobibliografía. El Directorio pasa la propuesta a la Comisión de Calificaciones, integrada por otros tres numerarios, quienes examinan críticamente la obra del candidato y presentan el informe a la Junta Plenaria. La elección se notifica al nuevo miembro, con quien se cruzan ideas sobre fecha de incorporación y el tema del discurso de rigor en sesión pública solemne.
Rosa Amelia escogió un tema difícil y señero, ‘La palabra nuestra de cada día’, y finalizó, en medio de merecidos aplausos, con severa y oportuna exhortación: “Queremos una palabra que construya y no destruya, que dignifique y no ultraje, que sea una herramienta para la paz y no para el odio.
Este es mi compromiso con la palabra, la poesía y la libertad”.