Se divide en cuatro grandes capítulos: Barroco tardío y Rococó, Pintura Rococó (Italia, Francia, España, Reino Unido y Países Bajos); Arquitectura Rococó (en los países mencionados más Austria y Bohemia y Alemania); y Escultura Rococó (Italia, Francia, España y Centroeuropa).
Considerado por algunos un movimiento artístico en sí mismo y por otros, como la culminación del Barroco, el Rococó fue sin duda la expresión de una inquietud social, de unos modos y costumbres que se rebelaron contra las tendencias del periodo anterior.
Fue un arte mundano, galante y alegre, sensual y refinado. No hubo influencias religiosas, muy alejado de la austeridad, del heroísmo y del sentimiento muy espiritual del Barroco. Es un arte de colores luminosos, suaves, delicados y de tonalidades claras, que contrastaban con la oscuridad y las sombras anteriores.
El Rococó nació en Francia, en la corte de Luis XV, y se fue desarrollando entre los años 1730 y 1760. Ya en el siglo XVII, durante el reinado de Luis XIV el rey Sol, el país galo se había convertido en modelo del arte barroco subordinado al poder absolutista. Ahora se trataba de mantener ese prestigio, pero incorporado a los nuevos cambios sociales que había traído la sucesión al trono. La aristocracia y la alta burguesía se rebelaban contra el sistema anterior y buscaban una forma de vida más cómoda, elegante y refinada. Una vida despreocupada y mundana, algo frívola y superficial. Esos deseos se transmitieron al arte desde la corte del Palacio de Versalles.
Un cuadro pintado en 1735 (Canaletto, Regata en el gran canal, National Gallery, Londres) muestra el esplendor del Rococó: barcas multicolores en una ciudad de palacetes -alude a Venecia- en un festival de luces y jolgorio. La estampa de la obra se ve en la página 7. Hay retratos de bellas mujeres, paisajes de luz.