Redacción Santo Domingo
Una hilera de maíz amarillo aparece sobre el pavimento de la vía Quevedo-Ventanas. Los granos dispersos van a dar hasta un depósito en el cual se observa una montaña del grano.
La imagen se repite a lo largo de esta carretera de 45 kilómetros. Es el territorio de las bodegas de los comerciantes minoristas y de los silos de la Unidad Nacional de Almacenamiento (UNA) del Ministerio de Agricultura, en Los Ríos.
El maíz se ha acumulado en esa zona, la mayor productora del país, por una sobreproducción. La industria, que utiliza la mayor parte de la cosecha, está comprando poco grano.
Uno de los más grandes silos de maíz de la UNA es el del cantón Ventanas. Una malla y una puerta metálica separan a este lugar en la vía a Babahoyo. Ventanas es un conjunto de casas coloridas. Un río correntoso pasa cerca. La gente usa ropa ligera por el agobiante calor.
En las afueras del silo, permanece una pequeña camioneta blanca. El agricultor Walter Núñez la estacionó bajo la sombra de un pequeño árbol. Él y su esposa esperan al pie del árbol. Ella, pequeña y delgada, es tímida. No se atreve a dar su nombre.
Es el último martes. Núñez mantuvo estacionado su vehículo desde las 06:00 y hasta las 14:00 no lograba ingresar al silo. Quería vender 50 quintales de maíz amarillo. En días anteriores intentó vender 200 quintales, pero el silo le compró dos.
Por este motivo, ese martes quiso ingresar, no para vender el grano, sino para pesarlo y comercializarlo en otro lugar.
Núñez tiene su finca en el recinto La Yolanda, a 6 kilómetros de Ventanas. En diciembre de 2008 sembró maíz y para ello pidió un préstamo al Banco Nacional de Fomento. Le entregaron USD 7 659 y con los intereses se elevó a 8 279. El plazo del pago vence este 20 de agosto.
Por eso, Núñez trata de vender su producción en el menor tiempo posible. Su esposa no oculta la desesperación. Solloza. “Mi propiedad está hipotecada y si no pago me pueden embargar”.
Esta familia ha vendido el maíz al silo de Ventanas y a la Organización Luz y Vida del recinto La Yolanda. Esta le compra a USD 10,70 por el quintal, pero el pago se hace 15 días después.
Otra organización que compra el maíz a los campesinos es Tierra Fértil. Núñez les vendió 42 quintales a USD 11. “Tengo que buscar en dónde vender mi maíz porque en todas partes me compran poco a poco y con diferentes precios”.
Los Núñez confiesan que andan como errantes de bodega en bodega para vender. “En algunos lugares tenemos que hacer fila y pasar la noche. Así estamos todo el día en los sitios de compra”.
Pese a ello, parte de la producción aún no se cosecha. Según la Federación Nacional de Maiceros, el 35% de la producción nacional (240 000 toneladas) aún está en las fincas de Los Ríos, Guayas, Manabí y Loja.
Núñez, al igual que otros campesinos, se queja de que la UNA de Ventanas compra a los grandes productores y comerciantes. “Los pequeños campesinos tenemos que esperar días enteros y a veces no nos reciben”.
Jaime Barzola, administrador de la UNA, dice que se da preferencia a los pequeños. Los silos han recibido 4 500 toneladas. Tiene capacidad para 5 550.
El problema de Núñez afecta a todos los pequeños productores. Freddy Barrios, presidente del Centro Agrícola de Ventanas, explica que 6 000 agricultores se dedican al cultivo de maíz.
En la cosecha del primer semestre se sembraron 36 000 hectáreas. Eso significa una producción de 360 000 quintales.
Es decir que la zona produjo unas 18 000 toneladas que están en los diferentes sitios de acopio de Ventanas. De esas, 5 000 toneladas están destinadas para la exportación a Venezuela en una primera entrega. Otras 10 000 toneladas son de Tierra Fértil y las últimas 3 000 se destinan al consumo de la provincia.
Barrios se queja de que los campesinos no reciben el precio oficial del maíz, que es de USD 12,60. Los intermediarios pagan 10,20; Tierra Fértil, 11 y Pronaca, 11,30.
Núñez aspira a que el mercado mejore con las exportaciones. Pero su optimismo durará poco porque los silos están llenos y la cosecha de verano se acerca.
Mientras tanto, los Núñez deben seguir en su peregrinaje de silo en silo para comercializar el maíz que aún tiene en su finca.