Seguramente pocos de ustedes reconozcan este nombre de inmediato: David Erazo. Tenía 17 años. Era hincha de El Nacional. Murió el sábado pasado, gracias a la ya cotidiana práctica de la repugnancia por el otro. No se asusten, no se santigüen, no pongan cara de ‘yo-no-fui’, ustedes y yo también la practicamos.
La noticia de la muerte de David me acompaña desde la noche del domingo, como una sombra triste e incómoda. El lunes, me despertó temprano y me dejó una pregunta: ¿Por qué? Al mediodía del mismo lunes, en lo que dura un semáforo en rojo, un taxista delgado, canoso y con cara de bueno me dio la respuesta.
El comentario del taxista nada tenía que ver con la muerte de David, sino con la pena de que las peluquerías de antaño -esas atendidas por señores canosos e impecables, de delantal blanco- estén desapareciendo. “Ahora todas las peluquerías son de maricas, y, discúlpeme, pero yo nunca me dejaría tocar por un marica, me dan repugnancia”. No dije nada -y con mi silencio fui cómplice de su repugnancia, sin compartirla-, pero entendí por qué David había muerto.
Exactamente por esa repugnancia que sentimos por ‘el otro’, el diferente, el que no piensa o no vive como nosotros, el que no milita en nuestra religión o en nuestro partido, el que no hincha por nuestro equipo de fútbol… Así de estúpido y repugnante.
Y ahora que los medios dan cuenta del horror que vivió David Erazo, a quien hirieron en el pecho, en el abdomen, en los brazos y en la espalda (al parecer, fueron siete u ocho puñaladas), la seguridad en los estadios o la inoperancia policial se vuelven los temas del día. Puede ser, son los factores obvios, pero no son los únicos. “Los hinchas piden acciones y responsabilizan a la Policía”, dice un periódico. Yo pregunto a los hinchas ¿Qué están dispuestos a hacer ellos para que no haya otro David?
Por qué no hablamos de nuestra propia insolidaridad (¿Es que no había nadie alrededor para socorrer a estas personas? ¿Alguien que pite, que grite, que espante de alguna forma a los agresores? ¿Dónde estaba el resto de los 15 hinchas de El Nacional que iba en ese grupo, cuando apuñalaban a sus compañeros?).
Sería mejor que nos saquemos la careta y aceptemos esa vergonzosa filia nuestra, que nos hace transitar por los caminos de la descalificación, el irrespeto y la intolerancia con otras maneras de vivir y ver el mundo.
Practicamos esta filia o somos víctimas de ella todos los días, a todos los niveles, por cualquier motivo, y muchas veces no pasa de un insulto o una mala cara, aunque otras puede terminar en siete u ocho puñaladas.
Seguramente muchos de ustedes olvidarán a David Erazo (y lo que simboliza) de inmediato. No lo hagan, y si lo hacen aunque sea sientan un poco de repugnancia por ustedes mismos.