Un trascendental gesto político fue el que este fin de semana dio la Ecuarunari, la organización más poderosa de la Conaie, al elegir a sus nuevos líderes y trazar su línea estratégica.
Pocas veces se ve en los partidos y movimientos ecuatorianos una actitud de renunciamiento a las ambiciones individuales en función de proteger y cuidar los objetivos de las organizaciones, muchas de estas acostumbradas a una escasa alternabilidad, a cacicazgos de tipo populista y al culto a la personalidad.
La elección de Delfín Tenesaca como líder de la Ecuarunari se produjo gracias a un consenso producto de la reflexión interna y la necesidad de consolidar un proceso que ha retomado un camino positivo, luego de que hace poco estuvo a punto de naufragar a causa de graves errores tácticos en las alianzas electorales y en los acuerdos parlamentarios.
El papel que deberán desempeñar los nuevos dirigentes será fundamental no solamente para el futuro de su movimiento, sino para el país.
Hace dos meses, el movimiento indígena mostró su fuerza y capacidad de organización, pero en un contexto marcado por el radicalismo y la respuesta violenta, tanto así que se tuvo que lamentar la muerte de un profesor amazónico en circunstancias todavía no esclarecidas.
Lo positivo, al final, fue que el Régimen y los dirigentes terminaron en la mesa de negociaciones para buscar puntos de encuentro en las divergencias. Lo mismo ocurrió este fin de semana, cuando dentro de la Ecuarunari hubo una actitud madura y serena, que es lo que el país reclama. Gobierno y sociedad civil deben seguir el ejemplo de organizaciones que no solo hablan de democracia, sino que la practican internamente.