Narcisa P. sabe que las ventas dentro del trolebús están prohibidas, pero todos los días vende caramelos masticables en los articulados. A las 11:40 de ayer, cerca de la Plaza Grande, abrió el bolso negro que colgaba de su cuello y sacó cinco dulces. “A 25 centavitos los ricos caramelos sabor a frutas”, gritaba mientras cargaba en su espalda a su bebé de 5 meses. Es su cuarto hijo.
A diario recorre las 39 paradas del trolebús. En todas hay un letrero que informa que no se admiten vendedores ambulantes. Ella ha leído el mensaje, pero prefiere ignorarlo cuando pasa cerca. Unos 400 comerciantes trabajan en los 2 176 buses (incluidos los del sistema municipal y los privados) que circulan en la capital.
Luis Chontasi, director de Comercio Autónomo del Municipio, asegura que están en conversaciones con las cinco asociaciones de vendedores involucradas, para iniciar el proceso de regularización. Según la Ordenanza 280, el espacio público donde trabajan los comerciantes debe ser autorizado por el Municipio. “Hasta el momento, no está permitida la venta en los buses”, asegura Chontasi.
Cuando Narcisa aborda el trolebús, lo hace con su bolso cerrado, sin mostrar los productos. Simula ser una pasajera más. Está pendiente de que los policías metropolitanos no la vean. “Ya me ha pasado antes, si me ven, me quitan los caramelos”. Ella no pertenece a ninguna de las cinco asociaciones que mantienen acercamientos con el Municipio.
El trole es su escenario favorito para las ventas, “porque hay un montón de gente y el bus es bien largo”. En Quito hay 113 articulados que recorren desde La Y hasta Quitumbe. Unas 250 000 personas, en promedio, se movilizan cada día en este sistema de transporte. Para ella, ayer fue un mal día, en dos horas logró vender USD 3. Cuando le va bien reúne hasta USD 5.
El plan del Municipio prevé identificar a los vendedores que trabajan en los buses, para capacitarlos y entregarles una identificación (carné y uniforme). “Luego podrán trabajar en el transporte público, menos en el trole, en la Ecovía y en los corredores”, explica Chontasi.
Juan tiene 72 años y ceguera. Canta, a cambio de unas monedas, en el trolebús. Lo hace solo los fines de semanas. La misma ordenanza también prohíbe este tipo de actividades dentro de los articulados. Él no está dispuesto a respetar esa disposición porque es la única alternativa que tiene para recibir ingresos. “Ya estoy viejo y nadie me da trabajo”.
Luis Zapata, jefe del Grupo de Seguridad del Transporte Público de la Policía Metropolitana, cuenta que ya tienen identificadas las paradas donde hay ventas sin autorización.
La prohibición también rige para los andenes. En las estaciones El Recreo, Quitumbe, La Y, Plaza del Teatro, Banco Central y Morán Valverde es común ver a personas ofertando alimentos, dulces, discos, manillas, etc.
Hay 30 policías metropolitanos que están a cargo de la seguridad en la ruta del trole. Zapata asegura que si encuentran a un vendedor ambulante menor de edad o con discapacidad, tienen la disposición de sacarlo del bus u obligarlo a que abandone el andén. “Si no pertenece a esos grupos, le notificamos con una papeleta y si reincide, le decomisamos los productos hasta que pague la multa que le imponga el comisario”.
Ese valor va, según la ley, desde los USD10 en adelante, dependiendo de la cantidad y del costo del producto decomisado. Una vez hecho el pago, dice Zapata, le devuelven la mercadería.
Narcisa recuerda que dos veces la han sacado del bus y una le quitaron los caramelos. Nunca pagó ninguna multa ni le devolvieron su mercadería.
En dos minutos puso a disposición de los pasajeros sus productos. Se bajó de la unidad y en el momento que iba a abordar otra, se dio cuenta que un colega suyo ya hacía su trabajo allí. Esperó a la siguiente unidad, porque tienen una especie de pacto, de no vender en el bus donde otro lo hace.
Según la Policía Metropolitana, la mayoría de personas que venden en las unidades son niños, mujeres embarazadas, personas con capacidades especiales y de la tercera edad. En lo que va del año, han notificado a 60.
“Los policías deben entender que nosotros necesitamos trabajar. No estamos robando a nadie”, dice Narcisa y agita su espalda para que su bebé, que ha empezado a llorar, se calme. Así transcurre su mañana de trabajo.
La multa: USD 14,95
Según la Ley de Tránsito, el conductor de transporte público que permita el ingreso de personas para realizar actividades de comercio (oferta o prestación de servicios, o solicitar contribuciones) será sancionado.
Quien comete esta contravención leve de primera clase deberá cancelar una multa equivalente al 5% de la Remuneración Básica Unificada (USD 14,95) y se le reducirán 1,5 puntos en su licencia de conducir.
Luis Zapata, jefe del Grupo de Seguridad del Transporte Publico de la Policía Metropolitana, explica que el conductor del trolebús no puede desconcentrarse para advertir la presencia de ambulantes. Es complicado, señala, por la cantidad de pasajeros. Quienes deben hacerlo son los policías metropolitanos.