A los 13 años decidió emigrar. Francisco Chugchilán, el primero de cinco hermanos, dejó la comunidad de Tigua Chami, en el cantón Pujilí, en Cotopaxi.
Siendo un adolescente asumió la responsabilidad de trabajar para ayudar a su familia. Las condiciones en la comunidad eran muy precarias. No había servicios básicos. Para llegar a la carretera principal caminaba dos horas. Los buses pasaban solo los fines de semana y en feriados. Su familia vivía de la agricultura.
Hoy, Chugchilán tiene 58 años. En su memoria siguen intactos los recuerdos de cuando llegó a la capital. Su primera parada fue el mercado de San Roque, el único trabajo que pudo conseguir fue de cargador. No estudió, cursó solo el primer grado. La escuela estaba a una hora y media de distancia de su casa. Al principio dormía en las veredas y corredores de Santo Domingo y de la av. 24 de Mayo. El dinero no le alcanzaba para rentar una pieza.
En 18 minutos y 20 segundos se cuentan historias como la de Francisco. Se trata del documental ‘Tigua, arte, migración, sueños y esperanza’, que fue producido por la Microempresa Asociativa Atahualpa, del Mercado Mayorista de Quito.
Este es el segundo documental. La intención es sensibilizar a las autoridades para que se fomenten políticas que incentiven a la agricultura, la defensa del medio- ambiente y el acceso a la tierra para las familias indígenas.
Jaime Chugchilán, presidente de la microempresa e hijo de Francisco, lamentó que la mayoría de sus compañeros se desempeñen como albañiles, cargadores o comerciantes en los mercados. Lo hacen en condiciones insalubres y sin beneficios laborales.
En la microempresa están registrados 110 tricicleros, 11 cuidadores y 100 estibadores. Todos son indígenas.
Según el Censo de Población y Vivienda del 2010, el 35% (779 442) de los habitantes de Quito son migrantes internos. De estos, el 12% son de Cotopaxi, el 9,6% de Imbabura, el 9,3% de Chimborazo, el 8,6% de Manabí y el 8,3% de Loja.
El documental compila las historias de los tricicleros que dejaron sus comunidades natales, en busca de nuevas oportunidades de vida. Se lo filmó en el mercado y en algunas comunidades. También se resalta el talento artístico de algunos. Hay quienes pintan sobre piel de borrego.
Segundo Manuel Tenemaza, de 42 años, está radicado desde hace tres en Guamaní, en el sur de la ciudad. Llegó a Quito cuando tenía 18 años. Trabajaba como estibador y albañil por épocas, luego regresaba a Alausí, en Chimborazo, de donde es oriundo.
Por la falta de empleo en su comunidad vino con su esposa y sus tres hijos. Tenemaza, pequeño de estatura, conduce un triciclo, valorado en USD 370.
Al igual que sus compañeros de la Asociación, siempre usa una chompa azul, con el logo del inca Atahualpa. Los martes, jueves y sábados, su jornada de trabajo empieza a la 01:00. El resto de días, a las 02:00 y se queda hasta el mediodía. Al día transporta entre 300 y 400 quintales de productos que llegan al Mayorista. Gana entre USD 10 y 15 diarios, en el mejor de los casos.
Prefiere este trajín aunque le afecta a su salud. Sufre de dolores musculares y de la columna. Así mantiene a su familia. Solo para el arriendo del departamento necesita USD 150 al mes.
Para Francisco Chugchilán, la vida en la ciudad es dura, pero emigrar es la única forma de sobresalir. Como estibador y triciclero educó a sus cinco hijos. Dice que un 80% de su comunidad de Tigua Chami se trasladó a Quito y a otras ciudades como Ambato, Latacunga, Guayaquil y Cuenca. En la capital, uno de los puntos de encuentro es el Mayorista.
Solo en el área de tricicleros hay 450 personas, principalmente, de Cotopaxi y de Chimborazo.
Nelson Toaquiza, de 27 años, era agricultor en su natal Pujilí.
Hace 10 años llegó a Quito junto con dos hermanos y otros seis familiares. Lo hizo por influencia de su padre, quien trabajaba como estibador en San Roque. “Acá hay más oportunidad, alcanza para la comidita”. Estas historias de vida están recogidas en el documental y alternadas con el trabajo en el mercado y la cotidianidad en las comunidades.