El líquido oscuro, espeso y que expide un fétido olor producto de la basura de donde proviene se transforma -tras un extenso proceso- en agua de riego que se esparce en el suelo y alrededores del mismo Relleno Sanitario de El Inga.
Son cerca de 450 metros cúbicos de lixiviados diarios que en su apariencia se asemejan al agua mezclada con tierra y vegetación de un ligero tono café.
El lixiviado pasa por un tren de tratamiento que se compone de tres fases para que se transforme de un estado altamente tóxico a uno más amigable con el ambiente.
La cuarta etapa no está operativa porque depende del funcionamiento de tanques que requieren un mantenimiento que bordea los USD 600 000.
La Empresa Pública Metropolitana de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs-EP) se encarga de forma directa del tratamiento de los lixiviados que produce el llamado Cubeto 10 del relleno.
Este espacio se mantiene operativo desde abril pasado y es el penúltimo que tendrá el relleno antes que cumpla su vida útil, prevista para el 2024.
¿Pero cómo funciona el tratamiento de los lixiviados? Una vez que sale del Cubeto 10, este líquido se dirige a una de las 11 piscinas en El Inga. Ahí está instalada maquinaria que realiza trabajos iniciales de aireación y una primera inyección de bacterias y químicos para eliminar su toxicidad.
Eso ocurre en la piscina No. 3, donde aún se percibe un intenso olor de basura mezclado con otros elementos similares a los fertilizantes. Tiene una capacidad de 8 000 m3.
Posteriormente pasa a la planta de tratamiento donde recibe más químicos en tres tanques que alojan hasta 130 m3 cada uno. Óscar Castillo, encargado del laboratorio del relleno, explica que ahí ya se elimina hasta el 89% de toxicidad del lixiviado.
Para corroborar este procedimiento se hacen hasta tres tomas diarias que se analizan en su propio laboratorio.
En la fase final el líquido -que ya no huele a desecho- pasa por un proceso de refinamiento para luego ser utilizado bajo aspersión. Allí, según la Emgirs, ya tiene hasta el 90% menos de toxicidad.
El uso de ese lixiviado tratado está amparado en la tabla 3 del Acuerdo Ministerial 97-A, firmado por el Ministerio del Ambiente, en julio del 2015, y que permite la descarga de agua para riego con ciertas cantidades de componentes químicos, como aluminio, hierro, sulfatos, entre otros.
En un recorrido realizado por EL COMERCIO, se comprobó cómo los tanqueros van por los caminos de tierra del relleno, mientras botan a su paso ese líquido café, que, si bien su olor no es agradable, ya no es similar al de la basura.
El funcionamiento de todo este tren de tratamiento ha sido cuestionado, tanto por concejales metropolitanos como por el mismo Ministerio del Ambiente. Esta Cartera realizó tres inspecciones en julio tras las constantes denuncias de moradores cercanos de supuestas descargas al río Inga, así como de olores fuertes.
Este Diario tuvo acceso al informe que levantó Ambiente sobre las dos últimas inspecciones. En el documento consta, con fotografías de respaldo, el análisis de 14 hallazgos de los cuales ocho aparecen como incumplimientos.
Allí se pide, por ejemplo, la instalación de medidores de caudal en todas las piscinas que albergan tanto lixiviados acumulados sin tratar, como los que produce el Cubeto 10.
Al respecto, el coordinador del área de Seguridad y Ambiente del Relleno Sanitario, Raúl Tapia, explica que estos medidores están en las tres piscinas que mantienen un flujo de ingreso constante de lixiviado. Y que colocar más de estos instrumentos en las demás no es necesario porque no tienen ese mismo movimiento.
En los análisis de Ambiente también se cuestiona la acumulación del lixiviado aún no tratado de los cubetos cerrados. Para eso, indicó Tapia, intervendrá en los próximos meses una nueva empresa que traerá su propia maquinaria.
Aun así, el funcionario afirma que para evitar la concentración de contaminantes de esas piscinas, ese líquido ya recibe un pretratamiento.
Las denuncias de las comunidades Santa Ana, Itulcachi, El Belén y el Inga Bajo afirman que los fuertes olores los perciben ya no solo en las noches y creen que pueden provenir de los lixiviados acumulados.
Juan Manuel Simbaña, de la comunidad Inga Bajo, afirma que el olor se incrementa cerca de las 10:00. Esta comunidad está a 2 kilómetros del Relleno.
Jorge Pineida, dirigente de Itulcachi, tiene imágenes de supuestas fugas del lixiviado hacia el río Inga.
“Cerca de las 04:00 huele fuertísimo. No podemos abrir las ventanas”. El poblado está junto al relleno, a menos de un kilómetro.
Esa supuesta fuga, según Tapia, corresponde a la descarga de agua por una cuneta y que se utiliza para una planta que transforma el biogás (del lixiviado) en energía eléctrica.