Joaquín Sabina es su artista preferido. Pedirle que elija una de las 100 canciones que son parte de su colección, es ponerla en una situación complicada.
Acaricia un mechón de su cabello con el dedo índice de la mano izquierda, gesticula, frunce un poco el ceño, un silencio corto y responde: no sé.
Después de la respuesta, cierra sus ojos, que están irritados por el constante uso de lentes de contacto. Los vuelve a abrir y suelta otra respuesta: “Peces de ciudad”. Ese es su disco predilecto.
Para Andrea Callejas, reina de Quito, esa letra es muy especial. El comentario lo hace mientras saca su auto de su casa, en el norte.
Es jueves y los rayos de sol abrigan la mañana capitalina. Mira por el retrovisor e introduce en el equipo de sonido un disco compacto con lo mejor de Sabina. Se coloca unas gafas cafés que tienen forma de corazón.
“A los 15, los cuerdos de atar me cortaron las alas, a los 20 escapé por las malas del pie del altar, a los 30 fui de armas tomar sin chaleco antibalas”.
Es la primera estrofa de una canción. Andrea cuenta que no le han cortado las alas, que a sus 21 años no piensa caminar ni mucho menos escaparse del pie del altar; y que para los 30 falta mucho.
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Avanza por la avenida 10 de Agosto, el automóvil cae en un bache, mueve la cabeza de un lado al otro y canta el coro.
¿Te gusta manejar rápido? “Sí, pero siempre trato de respetar los límites de velocidad”. En el cruce de la avenida América y Mañosca, murmura: “Dele señor, que si no sale, no salimos nunca”. Las filas de carros son largas.
En los pares, ya sea por la luz roja del semáforo o por la congestión, aprovecha para revisar los mensajes de texto de su celular. Aunque quisiera acceder a sus e-mails, no puede, porque durante un desfile de la semana pasada le robaron su teléfono inteligente.
A 35 días de entregar su corona, Andre, como la llama su estilista Jimy Gómez, se muestra tranquila. Su agenda es apretada.
Asegura que en estos días le falta tiempo: ruedas de prensa, actos sociales, desfiles de beneficencia, visita a escuelas y colegios, y el trabajo en la Fundación Reina de Quito marcan su jornada.
Uno de los sitios que visita una vez por semana es el Centro de Desarrollo Infantil Aprendiendo a Vivir. Ahí hay 120 niños con síndrome de Down. La Reina llega luciendo una licra negra, una blusa estampada y un saco de lana rojo. Nada exuberante. El toque formal lo da cambiándose las botas cafés sin taco, por unos zapatos negros con tacón. Lo hace en el parqueadero. Se coloca la banda de Reina y saluda con cordialidad con las personas que trabajan en el lugar y a algunas ex reinas, quienes aprovechando la visita de las 12 candidatas a la corona de este año se decidieron a ir hasta la Fundación.
Para este acto hay algunos medios de comunicación.
Andrea no busca la primera fila, se queda atrás. Mira, desde el umbral de la puerta de una de las aulas, cómo las candidatas entran en contacto con los niños del centro infantil.
Los mira y su instinto protector de madre, como ella lo llama, sale a relucir. Sus ojos brillan y en sus labios se dibuja una sonrisa natural, que hasta la llegada a ese sitio parecía no existir.
“!Tamaris!”, la llama a una niña de 4 años, la pequeña se acerca y ella la levanta y la abraza.
Es alta (1, 80 m ), los pequeños le llegan a la rodilla. Andrea no duda en sentarse en el suelo y compartir con ellos.
Canta algunos coros infantiles, pregunta por el estado de algunos pequeños que tienen complicaciones médicas y juega. Todos quieren rodearla.
Otra vez al volante
Sortea los baches, frena a tiempo cuando un peatón cruza por la 9 de Octubre, a pesar de que la señal de pare está en verde para los conductores. Le da paso a un taxi que a toda costa busca avanzar por la av. Colón, trata de no desesperarse mientras ve la larga fila de carros, en la av. De los Shyris.
Es ágil y cuidadosa en el volante. Dice que trata de estar en todos los actos y ayudar a las personas que se acercan a ella para pedirle ayuda. “Es cansado, a veces tedioso, pero igual lo disfrutas”.
En el carro, la voz de Sabina no se apaga y a propósito del español, le pregunto si conoce el Viejo Continente. Con sencillez responde que sí y enseguida recuerda sus periplos por Francia, Portugal, República Checa, Alemania, Australia, principalmente.
Habla muy bien de esos lugares. ¿Qué le falta a Quito con relación a las ciudades que recorriste en Europa? “ En toda Francia hay una organización impresionante, no se ve basura en las calles”.
Se queda en silencio, como si estuviese maquinando algo y de repente agrega que, en cuanto a cultura, Quito no le pide favor a ninguna ciudad del mundo.
El 22 de noviembre mirará desde una butaca la elección de la nueva soberana.
Le salta el recuerdo de la elección del año pasado. Mientras contestaba la pregunta, un grupo de antitaurinos subió al escenario a protestar en contra de las corridas. “Me desconcentré full”.
A ella le gusta la tauromaquia, y sobre un blog que se creó en rechazo de su afición, dice que nunca contestó los comentarios porque no está para pelear con sus contradictores. Prefiere respetar las opiniones contrarias.
En todo momento, Andrea Callejas muestra una sencillez impresionante, en pocos días, su banda de Reina quedará en el baúl de los recuerdos.