Maruja Villamarín, de 74 años, vive desde hace 40 en la calle D en Oriente Quiteño, en el sur. Ella es una de las fundadoras de ese barrio en el que también viven parte de sus parientes. Su casa amarilla, de dos pisos, se encuentra a pocos metros de una quebrada, en donde existe una fuente de agua. El talud frente a su vivienda está cubierto por un plástico negro.
Este fue colocado tras el derrumbe de abril del año pasado, durante el invierno. La mujer y sus familiares afirman que el plástico fue puesto por ella y sus hijos. Este está sostenido en la parte superior por palos y piedras.
Villamarín asegura que antes de colocarlo acudió al Municipio a solicitar ayuda. Según la moradora, la respuesta que obtuvo fue que ella misma debía encargarse de solucionar el problema.
Hasta la fecha, la afectada ha cambiado el plástico en una ocasión debido al deterioro del primero. Asegura que ha invertido cerca de USD 200 en la compra de materiales. “Vino un ingeniero del Municipio a evaluar la situación y me recomendó colocar una malla, cuyo costo asciende a USD 5 000. No cuento con dinero suficiente para pagar eso”.
Villamarín siente temor de que en algún momento el terreno frente a su casa ceda de nuevo y que el derrumbe afecte la infraestructura del inmueble. “A veces no puedo dormir por la preocupación. Sería bueno que el Municipio construya un muro de contención. Nosotros pagamos los prediales y los servicios básicos. Debería hacer algo al respecto”.
En varios sectores de la ciudad, los plásticos negros aún permanecen en los taludes donde hubo deslaves, el pasado invierno. Estos sirven para proteger los muros de tierra de las lluvias y reducir las filtraciones de agua que causan la inestabilidad del terreno.
Daniel Torres, técnico en Gestión de Riesgos de la Administración Eloy Alfaro, explica que estos tienen una durabilidad aproximada de un año. Aclara que se trata de una medida emergente. “Tras realizar estudios, se determinan soluciones permanentes, como la construcción de muros de contención, geomallas o terrazas. Todo depende del tipo de pendiente. Eso estamos precisamente analizando”.
Torres contradice a Villamarín. Dice que el Municipio entregó el plástico y lo colocó en ambas ocasiones. Además, asegura que en ese lugar no se pueden hacer muros de contención. “Donde hay fuentes de agua, eso no es posible. Talvez esa familia podría pensar en una reubicación”.
Además, recomienda retirar los plásticos durante el verano. En esa época, el terreno se seca y los riesgos de deslaves se reducen.
Según Torres, muchas veces el problema se origina porque las familias colocan tierra en las quebradas para aumentar el terreno. “Como el suelo no es sólido, hay mayor riesgo de derrumbes. Ese es precisamente el caso de la casa de la señora Villamarín”, afirma. En la Administración Eloy Alfaro, 25 pendientes están cubiertas con plásticos.
Otra pendiente que está protegida con una cubierta sintética es aquella ubicada encima de la casa de Ángel Galarza, en la calle Tegucigalpa, en el barrio San Juan, en el centro. Galarza, de 75 años, vive allí desde hace 17, junto con su esposa, hija y tres nietas.
El 7 de abril del 2011, ocurrió un derrumbe en ese lugar debido a la filtración de aguas servidas. Ocho familias que vivían en una casa en medio de la pendiente, en la calle Nicaragua, se vieron obligadas a trasladarse a otros sitios.
En el jardín posterior de la casa de Galarza, aún permanecen algunos escombros de la vivienda que resultó afectada. El morador recuerda que el incidente tuvo lugar en horas de la tarde. “Gracias a Dios mis nietas no se encontraban en el jardín”.
Desde que ocurrió el incidente, Galarza asegura que acudió en varias ocasiones al Municipio a solicitar ayuda. Recién en diciembre del año pasado, la entidad comenzó a construir en el lugar un muro de contención, cuya edificación está prevista que culmine en 75 días.
Leonidas Álava, técnico en Gestión de Riesgos de la Administración Centro, explica que la demora en la construcción del muro se debió a que cuando se trata de propiedades privadas, los moradores deben asumir el financiamiento de los trabajos de mitigación. El Municipio solo puede intervenir en predios públicos.
“Durante ocho meses, no se llegó a un acuerdo con los propietarios de la casa, quienes finalmente acordaron donar el terreno al Municipio. Solo así pudimos finalmente intervenir”.
En la calle Aguarico, en el barrio La Libertad, también hay plásticos que cubren los muros de tierra. En la Administración Centro, hay alrededor de 60 taludes cubiertos con plástico. 12 más se colocarán en los próximos días.
Otra pendiente que permanece cubierta con un plástico desde hace más de un año, tras un derrumbe, es la que está ubicada en la calle El Sena, a la altura del puente del río Machángara, en el sur. En una parte del talud está edificado un muro de contención. El resto permanece cubierto con un plástico negro.
Susana Aguinaga, madre superiora del convento de La Providencia, ubicado en el borde de esta pendiente, en el barrio La Colina, siente temor de que algún día el muro se derrumbe. Cerca de él se encuentran los dormitorios de las seis madres que residen en el lugar. Aguinaga solicita al Municipio que concluya el muro no solo por seguridad. También considera que el plástico afecta el ornato de la ciudad.
Según la madre, el muro fue construido por la administración municipal anterior. Este diario buscó la versión del Municipio, pero no obtuvo respuesta.
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