Ángel Torres vendió sus productos el 2 de julio del 2020 en el barrio San Juan Bosco, en el sur. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
La emergencia sanitaria cambió la forma de abastecerse de la gente. Antes de la pandemia, acudía a los 54 mercados de Quito, en promedio, el 68% de la población, es decir 1,8 millones de personas.
Ahora, esa cifra se redujo a la mitad. Unos 900 000 usuarios acuden a estos centros de abasto. El dato lo da Rommel Rosero, coordinador de la Agencia de Comercio.
La gente opta por quedarse en casa para evitar contagios. Prefiere no arriesgarse al intercambio de monedas y productos que se da en esos espacios, pese a que cumplen con estrictas medidas de seguridad.
Según la Secretaría de Salud, hasta el momento se han realizado pruebas de diagnóstico PCR a 276 comerciantes de cuatro mercados de la ciudad (San Roque, Las Cuadras, Mayorista y La Magdalena), de las cuales 58 dieron positivo al virus. En esos casos, se siguió el protocolo y no se les permitió trabajar en estos sitios.
Las personas que ya no acuden a los mercados han optado por otras alternativas para abastecerse, entre ellas, comprar a los camiones que recorren las calles y venden los productos directamente en las casas, y utilizar el servicio a domicilio, fruterías y tiendas.
Todos los días, a la urbanización Los Cipreses, en Ponceano, entran camiones a ofrecer sus productos. Unos llevan lácteos, otros cárnicos y embutidos, verduras, frutas y papas.
Lucrecia Viteri, vecina del sector, cuenta que no va a las ferias porque, desde que empezó la emergencia, el mercado viene a ella. Asegura que, incluso, el precio es más económico. Paga USD 10 por dos pollos grandes y USD 5 por seis chuletas. Casi no le hace falta salir, le ofrecen en su casa carnes, huevos, verduras, quesos, frutas, granos y más.
Erika López ofrece frutas a los vecinos y a un local por la pasteurizadora Quito (sur). Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
La mujer, de 67 años, es hipertensa. Dice que la mejor manera de cuidarse es no salir de casa y cumplir los procesos de seguridad al recibir los productos en los camiones.
Heriberto Villacrés, presidente de la urbanización, cuenta que esta dinámica empezó a mediados de abril y no ha parado, ni siquiera con el cambio a semáforo amarillo.
Cada camión que hoy presta sus servicios debió pedir autorización a la directiva. Al ingreso se realiza un control minucioso y los vehículos cumplen con todas las medidas de seguridad. Tanto las personas que venden como las que compran usan mascarilla.
Algo similar ocurre en Las Casas, San Carlos, El Recreo, San Juan y Carcelén, entre otros. Ángel Torres, de 56 años, también trabaja con esa dinámica.
Antes de la pandemia se dedicaba a la venta de vehículos y cuando empezó el confinamiento tenía un camión, así que decidió ponerlo a trabajar.
Cada semana, trae productos de una finca de Santo Domingo y los vende solo en conjuntos y urbanizaciones de La Vicentina, Cotocollao, el Itchimbía, entre otros sitios.
Los vecinos ya saben el día y la hora a la que llega y salen a comprar. El jueves pasado fue al barrio San Juan Bosco, en el sur. Ingresó y con su megáfono anunció su llegada. Las personas compraron plátano verde, maqueños, naranjas, limas, limones, camote, sandías.
A la semana, si le va bien, llega a vender hasta USD 500, con una inversión de 300. Dice que cada día le va mejor. Solo él conoce a una decena de personas que hacen lo mismo. No tienen una asociación, pero están en contacto para no cruzarse en las zonas que visitan.
El camión de Comercializadora Samy Mar es otro de los que recorre la ciudad.
Érika López, su propietaria, cuenta que empezó a trabajar hace 10 años entregando mariscos y pescados a restaurantes, pero debido a la pandemia el negocio cayó y el 27 de marzo comenzó esta nueva modalidad. Hoy visita los barrios de Monjas, El Condado, Calderón, Carapungo, Carcelén, la Rumiñahui, Chimbacalle, El Recreo, Capelo y Sangolquí.
La gente ya la conoce. Llega el camión y los vecinos salen en orden a comprar. Logra vender unos USD 2 000 al mes.
Dinna Barcia, presidenta de la Federación de Barrios de Quito, asegura que esas nuevas formas de compra ocurren en toda la ciudad.
De la población que habita en los 120 barrios que pertenecen a la federación, al menos un 60% se abastece con esos mecanismos. “Sabemos, por ejemplo, que la mayoría de la gente compra en esos camiones los productos pesados como papas, naranjas, verde. Pero no todos los productos llegan a la casa, así que también compran en las tiendas de los barrios y supermercados”.
Según la Cámara de Comercio de Quito, en la capital hay registradas 3 324 empresas dedicadas a actividades relacionadas con productos alimenticios y 4 480 vinculadas a la venta al por menor de alimentos.
Patricio Alarcón, presidente de la entidad, indicó que la dinámica de despacho a los barrios de la ciudad con camiones, en especial de frutas y verduras, es nueva.
Aunque actualmente todavía no hay un registro disponible del número de empresas que trabajan con esta modalidad, cada vez tiene más acogida debido a que la gente prefiere no salir de sus domicilios por seguridad.