Cabezas de hogar, herederas de una tradición, administradoras y madres que empiezan sus jornadas en las madrugada. Son las mujeres que representan el grueso de la fuerza laboral en el mercado Mayorista, en el sur de Quito. Son seis de cada 10 comerciantes.
Según el levantamiento más reciente, con corte al 28 de octubre pasado, de 1 006 personas, el 55% de quienes laboran en el sitio son mujeres. En las 14 hectáreas que conforman el mercado hay 15 giros. El de hortalizas es donde más presencia femenina se registra, con el 65% de 348 trabajadores.
Allí está Blanca Gavilanes, de 42 años. Ella está en el Mayorista desde 1996. En ese entonces, su madre, Blanca Velasco, recibió el puesto, hoy el 73, en la plataforma 3.
Cebolla, lechuga y cilantro están entre los productos que vende a diario. En el fondo del espacio logró la autorización para implementar una suerte de mezanine para que, en los días que lleva a sus tres hijas, puedan descansar. Lo hace en casos extremos, cuando no tiene con quién dejarlas (son gemelas de 8 años y una de 13).
No quiere que sus hijas trabajen, como a ella y a tantas otras personas que crecieron en el mercado les tocó. Antes de las ventas, Blanca apoyaba en la elaboración de ladrillos desde los 7 años.
Apoyo institucional
En el mercado, la Unidad Patronato Municipal San José tiene un centro de erradicación del trabajo infantil. En septiembre, a la atención diurna se sumó el servicio en las madrugadas, de 00:00 a 06:00 para atender a 25 menores. Les dan alimentos y sitios de descanso.
Entre el 7 y el 12 de septiembre se levantó información de menores en situación de trabajo infantil, en el establecimiento y sus alrededores. Se abrieron 114 fichas, donde anotaron 57 niños, entre los 0 y 3 años, y 57, entre 4 y 14. Unos pasaban en un puesto fijo y otros, en acompañamiento de ventas.
Trabajan y son sus propias jefas
Para Blanca, oriunda de Salcedo, su jornada arranca a las 04:30 y se extiende hasta las 17:30. Procura no faltar, pues tiene clientela fija. “No vengo y pierdo a la gente”.
Ella y sus colegas coinciden en que las extensas labores se compensan con ser sus propias jefas, poder administrar su dinero a diario y las risas con sus colegas. En un día bueno vende unos USD 500. La ganancia la calcula semanalmente, entre USD 200 y 300.
En el mercado también hay mujeres productoras, que llegan desde Chimborazo, Cotopaxi, Tungurahua y otros puntos de Pichincha.
María Cristina Caiza, de 49 años, oferta producción propia e insumos que compra e importa de sitios como China. Su esposo siembra papas y ajo en Machachi.
Ella nació en Tungurahua y empezó en el comercio desde pequeña. Su madre vendía en San Roque y fue de las primeras en ser reubicada al Mayorista. Allí va 20 años.
Los días más duros son los martes y jueves, cuando hay feria. Los camiones empiezan a llegar desde las 22:00 en la víspera y las ventas empiezan desde las 01:00. Según la demanda, termina la jornada a las 14:00. Aunque las ventas son principalmente en esos dos días, acude de lunes a lunes. Ella contrata a personas que le ayudan, por ejemplo, en la descarga de productos.
Rusbel Jaramillo, gerente del Mayorista, indica que solo en las tareas como carga, transporte en triciclos y cuidado de mercadería no hay gran presencia femenina.
En el Mayorista, agrega, hay un proceso para erradicar el comercio informal y potenciar la capacitación a comerciantes. Tienen 52 asociaciones legalizadas.
En Quito, la Agencia de Coordinación Distrital del Comercio detalla que en los 54 mercados, ferias y plataformas hay 8 769 puestos. De esos, 6 716 son ocupados por mujeres, es decir, el 76,59%. El giro con más presencia es de alimentos preparados. Son 1 325 sitios, de los cuales 1 160 son ocupados por vendedoras. En el Mayorista hay tres patios de comida.
También está el área de frutas, donde trabaja Araceli Luzpa, de 35 años. Su fuerte son la mora y frutilla y, por temporada de Finados, mortiño y babaco. Es de Cotopaxi, trabaja desde la 01:30 hasta el mediodía. Hace una pausa para regresar a su hogar y alistar a su hija de 12 años para ir a clases. En las tardes pasa con ella y trata de descansar.
Al igual que sus compañeras, destaca la ventaja de ser su jefa. Para lograrlo, enfatiza, se requiere disciplina y responsabilidad. Solo así, en un buen día, vende hasta USD 500. Y gana unos 100 o 200.
María Guanoliosa ha mantenido la perseverancia desde niña. Hoy, a sus 70 años, recuerda que el legado empezó con su abuelita, en San Roque. En el Mayorista, en varias ocasiones, les tocó dormir en el puesto, para no perderlo. Esas dinámicas han cambiado, cada una tiene su espacio fijo. Ella vende zanahoria, remolacha, culantro, entre otros alimentos.
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