La Plaza Foch es un epicentro de la vida nocturna de La Mariscal. La gráfica fue captada la noche del jueves 25. Foto: Marcelino Rossi / EL COMERCIO
Entrada la noche, en la Plaza Foch y sus alrededores se puede escuchar un variopinto de sonidos: música de todos los géneros, motores de vehículos y gente conversando.
En tres de las cuatro esquinas de las calles Joaquín Pinto y Reina Victoria hay discotecas. Hasta la calle se escucha la música que suena en su interior. Las canciones se mezclan y crean un ambiente de ruidos incomprensibles que molestan a unos y enganchan a otros para entrar a esos lugares.
Esa es la característica en calles como la Calama, Juan León Mera y Diego de Almagro, en el denominado corazón de La Mariscal, norte de Quito.
En todo el perímetro de La Mariscal, de acuerdo con los datos de su Administración Zonal, hay 101 establecimientos donde se expenden alimentos y bebidas y otros 41 dedicados al esparcimiento (bares, discotecas y karaokes).
Pero en esa zona no solo hay entretenimiento nocturno sino que es un lugar en el que conviven residentes, dueños de locales y hoteles por lo que la convivencia es un tema que preocupa constantemente.
El ruido que pueden generar los bares y las discotecas es un factor que quiere controlar el Municipio. Para eso, en marzo pasado, la Secretaría de Ambiente aprobó el instructivo de aislamiento acústico. Después de eso se inició una socialización con los dueños de los bares y discotecas para, desde este mes, controlar que esos establecimientos cumplan con los parámetros de aislamiento acústico que exige la Ordenanza Metropolitana 138.
La Secretaría de Ambiente explicó que el proceso consiste en que eso locales cuenten con un certificado de aislamiento acústico de acuerdo con las características del lugar en donde se ubican y su infraestructura. Para esto tendrán que contratar los servicios de un laboratorio certificado. Esto le permitirá al Municipio reducir los operativos con los que, hasta el momento, controlan este tema.
Dichos operativos se hacen entre la Secretaría de Ambiente, la Agencia Metropolitana de Control (AMC), la Policía Nacional y la Metropolitana. No solo se enfocan en el ruido sino también en los permisos de funcionamiento y la Licencia Única de Actividades Económicas (LUAE).
Los datos de la AMC muestran que, en lo que va del año, se realizaron 662 operativos en La Mariscal para controlar libadores en el espacio público, ventas, licenciamiento, publicidad exterior, espectáculos públicos y ruido.
Después de la socialización del instructivo se iniciaron los controles de las adecuaciones en los locales. Hasta el momento se han realizado 14 procesos administrativos ya que, después del plazo de 120 días, esos establecimientos no cumplieron con las modificaciones exigidas.
Pero, ¿cómo ven este nuevo requisito los dueños de los bares y discotecas del sector? En términos generales, el aislamiento acústico les parece una medida de convivencia entre los otros locales y con los residentes de la zona.
Sin embargo, para Renán Espinoza, gerente de un bar y un bar restaurante en la calle Calama, esto debe ser un proceso ya que exige una inversión y no ha existido suficiente socialización.
Por ejemplo, para este empresario, un problema es que la Secretaría de Ambiente, contaba con una sola empresa acreditada para hacer las adecuaciones. En cada uno de sus locales, el cambio le exigía USD 3 200. “Recién realizamos una cotización en otro lugar y nos dijeron que costaría USD 400”, comenta.
Eliseo Serrano, dueño de una discoteca también ubicada en la calle Calama, coincide en lo elevado de los costos. Según él, la Secretaría de Ambiente ofreció ampliar la lista de lugares en donde solicitar las adecuaciones necesarias. Sin embargo, hasta la fecha no encuentra más opciones.
En su caso, el aislamiento acústico de su discoteca le costó USD 32 000. A esa inversión tendrá que sumarle el requisito de que un laboratorio se cerciore de que todo se hizo bien.
Serrano dice que este nuevo requisito frenará la apertura de nuevos lugares ya que es una inversión adicional. “Ese es un resultado positivo”.
Entre la autoridad y los empresarios están los moradores de La Mariscal. Alejandra Salazar es una de ellos. El ruido que se genera los jueves, viernes y sábados es una preocupación en las noches. “Vivo frente a una plaza gastronómica, por ejemplo, y desde las 17:00 suben el volumen de la música de manera exagerada”.
La Administración Zonal La Mariscal sostiene que no hay un desplazamiento de moradores de ese sector ya que el perímetro de la Plaza Foch tiene un uso de suelo comercial y los residentes se ubican en otras partes del barrio.