Manuela Sáenz tiene su museo en San Marcos

El área de numismática. Los estudiantes de la escuela Virgen del Consuelo conocieron las monedas que se acuñaron al final del dominio español.

El Museo Casa Manuela Sáenz se ubica en la Junín y Montúfar, en el barrio San Marcos, en el Centro Histórico. Las banderas del Ecuador y de Quito flamean en uno de los balcones de madera de la casa de estilo colonial y republicano, que data del año 1780.
En la pared, junto a la puerta de ingreso, un rótulo, con letras de hierro forjado, identifica al lugar.
Se ingresa por un portón que tiene una base de piedra. Lo primero que se observa es un pequeño mostrador rústico de madera, sobre el cual están algunas postales y libros de Manuela de Sáenz.
También hay un libro grande en el cual se registran los visitantes.
Detrás del mostrador se abren dos puertas blancas, que permiten el ingreso al museo. Lo llamativo de esta entrada son los vitrales de flores a cado lado de las puertas. En el superior se lee: “Museo Manuela Sáenz”.
Al atravesar las puertas hay un patio central, dos pilares y los pasamanos de madera. También varias escaleras que conectan los ambientes de la casa.
En una de las paredes sobresale la escultura de Cristo crucifi-cado, a su lado están las figuras de la Virgen María y de María Magdalena.
Varias imágenes religiosas se exhiben en los tres pisos del museo. Entre ellas están El Divino Niño y la Virgen de Guadalupe.
En cada sala, las armas, monedas y documentos rememoran la lucha del Ecuador por lograr su independencia de la Corona española. Ana María Álvarez, directora del museo, es quien da la bienvenida a los visitantes.
El miércoles pasado, 26 niños de la Escuela Virgen del Consuelo fueron sus invitados. Álvarez resalta la figura de Manuela Sáenz, como una mujer libre, pensadora, patriota y valiente que siempre luchó por la libertad.
El museo abrió sus puertas en 1994. El fundador fue Carlos Álvarez. “El propósito fue dar una casa a Manuela Sáenz, en Quito, para recuperar y difundir su vida”, dijo Ana María Álvarez.
En la primera planta, en una sala ubicada a la izquierda, 11 cuadros en óleo retratan a Sáenz. Esta quiteña nació en 1795, en el seno de la familia de Simón Sáenz y Joaquina Aizpuru.
Una de las pinturas muestra a Manuela cabalgando sobre un caballo blanco. Ella viste el uniforme militar compuesto, entre otras prendas, por pantalones y botas, que en esa época estaban prohibidos para las mujeres. En su mano derecha lleva una espada.
“A Manuela no le importaba dejar sus elegantes vestidos de mujer de sociedad, para ir a luchar por el ideal de independencia”.
Los niños y la profesora Lilian Bahamonde se quedaron sorprendidos por el coraje de Manuela Sáenz, en especial cuando se disfrazó de loca en una fiesta para evitar que asesinaran al Libertador Simón Bolívar. Al unísono exclamaron “ohhhh”, cuando Álvarez contó que por eso Bolívar la llamaba “mi amable loca”.
“La conocíamos solo como la novia de Bolívar. Qué bueno que una mujer fue parte de nuestra independencia”, dijo la profesora.
En la sala contigua, de paredes blancas, se exhiben objetos que pertenecieron a Bolívar. Un revólver, en cuya empuñadura están las iniciales SB, y un poncho de rayas azules y amarillas se muestran en las vitrinas. Al subir al segundo piso, las vetustas gradas crujen. Allí están las áreas de numismática y de armas.
Al niño Joel Calero le llamó la atención una pistola de rueda. Esta arma, que perteneció al Virrey Laserna, fue tomada como trofeo de guerra. Su compañero Amiel Jaya prefirió las monedas de 1772 que fueron acuñadas al final del dominio español.
En esta planta hay dos salones que muestran las pertenencias de Manuela Sáenz y de Simón Bolívar. También las pinturas y los escritos que fueron rescatados del fuego cuando Sáenz murió en Paita, Perú, en 1856. Los libros y documentos históricos, unas 600 carillas, también son parte de la riqueza histórica y cultural.
El recorrido por los dos pisos dura unos 30 minutos. Al final, Álvarez despide a los visitantes y les regala un libro que resume la vida de Manuela. A la salida del museo, los visitantes pueden disfrutar del paisaje colonial del barrio.
Por San Marco se camina por estrechas calles, donde no hay mucha confluencia de personas. Se observan casas patrimoniales, que están embellecidas con geranios en los balcones de madera y hierro forjado. La plaza San Marcos, del siglo XX, es otra de sus atracciones, por sus plantas y por la arquitectura de la pileta de piedra.
En el barrio hay una interesante oferta cultural, en especial en la calle Junín. En la intersección con la Montúfar está el café-taller Cantuña. En el umbral de la puerta siempre se encuentra al artista José Sangucho, pintando o tallando. “He restaurado las imágenes de todas las iglesias del Centro Histórico”, contó.
Otra opción es disfrutar de la comida típica, como las empanadas de morocho. Las prepara la esposa del artista. En la misma calle se encuentra la Octava de Corpus, una casa donde se ofrece comida gourmet y vinos.