Para mí, la libertad es estar donde anhela mi corazón y hacer lo que a mi alma le proporciona paz y alegría.
Recuerdo cuando hace 15 años dejé un trabajo bueno, bien pagado y estable para irme del país y vivir como emigrante, con el fin de estudiar lo que siempre había querido. O cuando me eché a caminar durante 15 días con mochila y 45 grados a la sombra por la ruta del Camino de Santiago, para reencontrarme con la fortaleza que había perdido.
Recuerdo el día en que cumplí 40 años y renuncié a un puesto de dirección para iniciar mi propia empresa y ser autónoma. Y cuando decidí estudiar mis maestrías por la pura alegría que experimenta mi espíritu cuando aprendo algo nuevo.
Así he vivido mi libertad, tomando decisiones todo el tiempo, cada día.
Vivo mi libertad cuando digo sí a lo que quiero y no a lo que me perturba o me quita la paz, por muy importante que parezca. Al ser leal conmigo misma vivo mi libertad. La libertad, más que un concepto, es una bella experiencia cotidiana que implica riesgos y vence el miedo.