Testimonio. Martha Gordón.
Manejar en las calles de esta ciudad es para vivir enferma. A ratos quiero vender mi casa y volver a la tranquilidad que tenía en los valles.
Vine a vivir en la Villa Flora para estar más cerca de mis hermanos y de mis padres. Creo que la contaminación enfermó a mi hija de ocho años y eso me está desanimando a vivir aquí.
Tengo tres hijos. Dos están estudiando y todas las mañanas me levanto a las 05:30 para prepararles el desayuno y les voy a dejar. Cuando ven conducir a una mujer hay choferes agresivos. Muchos son taxistas o los mismos buseros urbanos.
En una bocacalle, cuando intento salir, no hay conductores caballeros que te dejen pasar. En los semáforos es más desesperante. Hay quienes te pitan a penas se cambia la luz verde. Eso me enoja. No falta alguien que te dice: mujer tenía que ser.
Hay un machismo evidente a la hora de conducir. A veces, tengo miedo porque siempre viajo con mi nena más pequeña. Mi esposo trabaja como visitador médico y no puede acompañarme a todos los sitios que voy.
En mi casa tenemos dos carros. En el uno se moviliza mi esposo. Es necesario por su trabajo. En cambio, en el otro lo hago yo con mis niños. Es imposible dejar el vehículo en esta ciudad. No me imagino llevando a mis niños en el bus urbano o en el trolebús. Ahí, solo hay maltrato.