Eso de que el ecuatoriano deja todo para el último no es un mito. Hoy se cumple el tiempo límite para la revisión vehicular de la Corpaire, en la California Alta, la fila de carros superó los 100, hasta ayer a las 21:00.
Las tiendas del sector cerraron hasta tres horas más tarde de lo habitual. “Hay que aprovechar. Se venden colas y cigarrillos. Por ahí una que otra cerveza y películas. Siempre hay alguien que trae un DVD para que la espera sea divertida”, dice Ana Fuentes, dueña de la tienda.
Doña Esther también aprovecha la fila y ofrece fritada y café caliente para quienes aguantan el frío de la noche en sus vehículos. “Vivo en el aeropuerto y subo, en mi Suzuki, a ofrecer mis productos”. Prefirió no hablar de cuánto puede vender en la noche, pero dice que se arriesga a vender bajo la luz de la luna llena, que ayer alumbró a Quito, ya que en el día, por disposición municipal, no puede vender.
Los vehículos se convierten en una improvisada carpa. En el interior se pueden observar cobijas, tarrinas con alimentos, televisores, DVD o las radios ponen ambiente a la espera.
A lo lejos se escucha la sirena y las luces rojas y azules se van acercando a la fila. Es la policía, que cada 30 minutos se da una vuelta para controlar cualquier problema. “No ponga mi nombre, es parte de mi trabajo”, fueron las palabras de uno de los policías. Él, con papel y esfero en la mano, se acercaba a cada carro y pedía la matrícula. ¿Y eso? “Anotando los carros que están en la fila, así nadie se mete”.
Las personas aplaudieron la medida. “Anoche hubo puñetes. La gente se metía y la Policía llegó a solucionar las cosas”, cuenta David Contreras, arquitecto de profesión que llegó con sus dos hijos a la revisión. Él cuenta que el jueves también se amaneció, pero su camioneta no pasó y le tocó volver.
Los que se aburren de la espera en el auto aprovechan para hacer nuevos amigos. Se fuman un tabaquito, dos que tres cervezas, y le ponen pretextos al atraso de la revisión.
“Chuta, es que por el trabajo no he podido, pero así toca”, dice Roberto Estrella, dueño de un Hyundai. A las 03:00 había un desfile de carros. Las luces no dejaban dormir.
A las 06:00 ya había movimiento. Los gritos de inconformidad se escuchaban. Puestos vendidos a USD 60 y los colados sacan ventaja. La Policía los saca.
A las 07:30 la fila avanza. Todo es rápido. Entran vehículos de 15 en 15. En la desesperación de avanzar siempre hay un vivo, pero también es retirado por la Policía. Ya en el centro de revisión, las cosas pasan rápido, pero en la entrada se vivía otro drama, la matriculación.
Para ellos no había turno, los últimos fueron entregados el viernes en la noche.